lunes, 24 de marzo de 2014

La voz de Suárez se apaga.



Me he levantado como cada mañana, y he comenzado mi rutina, responder un par de mensajes en el móvil, subir la persiana, abrir la ventana y poner a tono mi habitación con un fresco olor a plátano suave. Llega mi padre a desayunar, rara vez coincidimos, y cuando he encendido la televisión, me encuentro la imagen de tres hombres que han formado parte de la historia de este país, España. 

La imagen de Felipe González, Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, en conjunto, me ha sorprendido. Creo que nunca les había visto juntos, al menos, no de esta manera. Esta vez faltaba Suárez, pero en realidad estaba allí, en realidad siempre estará aquí, porque el espíritu de la Transición hacia la democracia permanecerá siempre vivo en España. 

Me recorría una extraña sensación por el estómago, tenía un nudo en la garganta y las lágrimas caían levemente. Ésta, es una de esas cosas que no pueden controlarse. No tuve el placer de conocerle personalmente, ni siquiera escuché en directo ninguno de sus discursos, pero mi madre siempre me ha dicho que este señor, Adolfo Suárez, fue clave en la Transición, fue honesto, honrado, y digno política y personalmente. Recuerdo esas imágenes de hace unos años en las que paseaba con el Rey por los jardines de Palacio. El Presidente le decía "No sé quien eres", mientras el Rey respondía: "Tu amigo". 


Paradojas de la vida, millones de personas le recordaremos siempre y él se ha marchado sin recordar quién era. Decía su hijo Adolfo hace unos días, que su padre no había dejado de sonreír en ningún momento. Nunca sabremos que le pasaba por la cabeza, pero siempre tendremos en la mente ese "Puedo prometer y prometo" que está presente en la mente de España y los y las españolas. 

Quizás nunca le hubiese votado, o quizás sí. No lo sé. Pero estoy segura de que hubiera sido emocionante haber podido conocerle. Es parte de la historia de mi país, de la democracia, y sobre todo, parte de esta historia de la Transición de la que mi abuelo también formó parte. La Política cuenta con muchos héroes, algunos que como Suárez son conocidos, y otros que son héroes anónimos que sólo unos pocos conocemos. Mi abuelo fue uno de esos héroes anónimos, tal como su padre lo había sido. No hay nada más gratificante en política que se te reconozca algo positivamente, y ese es el mejor de los regalos. Porque la política es complicada, y sino, que se lo digan a Suárez, quién de manera digna y valiente dimitió y dejó la Presidencia del Gobierno porque no encontraba la clave para reconciliar a la ciudadanía y a su partido. Se fue creyendo que no podía hacer nada más porque lo había intentado todo; casi sin recibir nada a cambio. Sus últimos meses en la Presidencia fueron algo parecido a un calvario. La oposición era dura, el pueblo estaba descontento, era inconformista, y a Suárez se le acaban las ideas y el entusiasmo porque sentía que no llegaba al pueblo que se lo había dado todo pero que también se lo estaba quitando casi todo. Al tiempo todos comenzaron a reconocerle sus éxitos, su esfuerzo, su talento y su talante, y esa quizás haya sido la mejor de las recompensas. 



Su memoria se iba quedando sin recuerdos poco a poco, ha debido ser duro y triste, tener delante a quien tanto ha aportado a este país y que ni siquiera él mismo lo supiera. Pude despedir a Carrillo en Madrid el año pasado, me hubiera gustado poder despedir a Suárez de la misma manera. Creo y espero, que quiénes en un futuro se dediquen a la política, lo hagan con la misma entrega, al margen de no compartir ideas políticas, con la que este señor se ofreció en cuerpo y alma a la ciudadanía y a nuestro país. Las grandes personas nunca mueren por muy lejos que se vayan, y a pesar de que su voz se haya apagado, permanecerá intacta entre todos nosotros.

Hasta siempre Presidente.




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