domingo, 24 de julio de 2011

La izquierda sigue viva.

El atentado que tuvo lugar en Oslo contra jóvenes socialdemócratas, es una prueba más de que nunca estamos completamente a salvo de la política del terror.

Al hablar de política del terror, me refiero a la necesidad que tienen ciertas tendencias políticas -por llamarlo de algún modo- de acabar con todo aquéllo que sea diferente y que no vaya acorde con su fanatismo.

La tarde del viernes 22 de julio, en la ciudad de Oslo tenía lugar un doble atentado conra la democracia en general y la izquierda en particular. La ciudad que fuera la cuna de la democracia europea, Oslo, se convertía en una ciudad masacrada por el fanatismo ultraderechista de un joven noruego cuya única pretensión era acabar con la vida de estos jóvenes de las Juventudes Socialistas que el único "delito" que podían haber cometido era debatir y defender sus ideas, así como homenajear a quienes lo dieron todo por ellas y por las generaciones venideras. Lo que podía haber sido una de las mejores experiencias de su vida se ha convertido en un episodio de odio, crueldad, desgracia y demás adjetivos que no puedo mencionar. Jóvenes progresistas han perdido sus vidas por creer en unas ideas, inocentes que no hacían daño a nadie y que ni por asomo hubieran imaginado que en un país como el suyo podía ocurrir una desgracia semejante a la acontecida.

Siento profundamente lo sucedido porque yo soy una más. Lo único que me separa de ellas ahora mismo es la vida. Por desgracia no podrán volver a participar en más jornadas como las que yo acostumbro a disfrutar por la geografía española, nunca más podrán volver a alzar su voz, ni su puño al son de la Internacional, no podrán volver a sus casas con sus familias... ¿Pero sabéis lo que han hecho? Han hecho historia y honor de lo que la izquierda es y debe ser.

Compartimos inquietudes, la participación juvenil, el sentido democrático y el amor por la libertad. Libertad que el pasado viernes les fue arrebatada por parte de un monstruo con licencia de armas y vestimenta policial.

Tras los atentados de 11 de marzo no se había producido en Europa algo parecido. Cuerpos sin vida en el mar, tiros en la nuca, personas que son rescatadas por vecinos de la isla de Utoya... ¿Dónde está el límite?

El viernes no se produjo únicamente un atentado contra los jóvenes que estaban iniciándose en política de la mano del partido laborista, sino contra la formación de la izquierda con vistas al futuro.

El miedo se ha sembrado en Europa y EEUU: Nueva York, Madrid, Londres... rememoran los duros atentados de la década pasada con lo ocurrido en Oslo.
El fanatismo se apodera de la vida de jóvenes inocentes cargados de ilusión, ganas y emoción de inicar su formación en la política.

La ultraderecha, fundamentalismos cristianos y demás ramas antizquierdistas se están alzando con el poder en Europa, pero... ¿Es eso lo que queremos?
¿Tenemos verdadera conciencia de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y en nuestro propio entorno? La vida de estos jóvenes no debe haber pasado en vano.

Su único delito ha sido militar en la izquierda, y me pregunto, ¿tengo que dejar de defender aquéllo en lo que creo por miedo a que descerebrados como este me apunten con una pistola? De ser así, sólo tengo algo que decir: Me niego a renegar de mis principios, me niego a olvidarme que todo esto está pasando, y me niego a tachar de iguales a los diferentes.

Por todos los que un día murieron defendiendo la democracia, sus ideas, sus principios y valores, por las víctimas del Franquismo y la Guerra Civil, y por estos jóvenes compañeros noruegos: LA IZQUIERDA SIGUE VIVA.

María.

jueves, 14 de julio de 2011

Resolver el enigma.

Siempre recordaré esos libros de vacaciones Santillana que rellenaba en verano para no olvidar lo que había aprendido durante el curso. En una de los ejercicios que tenía que realizar aparecía la palabra enigma, y sinceramente, yo no sabía que significaba. El ejercicio tenía por título: Resolver el enigma. Ahora voy a tratar de resolver mi propio enigma, o mejor dicho, el que la sociedad quiere y no puede, que no digo que yo vaya a conseguirlo, pero trataré de dar un par de pinceladas para haceros reflexionar.

La verdad es que estoy desencantada con los partidos políticos, o mejor dicho, con los dirigentes políticos en particular y la clase política en general. Si a día de hoy me pregúntais por un político en el que crea, os diré que Guillermo Fernández Vara. Es cercano, amigo de sus amigos, amante de su pueblo y fiel defensor de los derechos de la ciudadanía. No obstante, creo que el haber perdido las últimas elecciones le va a llevar a reflexionar más aun y le convertirá en todavía mejor político.

Hablamos de ética y moral a menudo, o mejor dicho, vemos que a los políticos se les llena la boca hablando de ello, pero... ¿actúan ellos bajo la importancia de esas dos palabras?

Hoy estoy especialmente indignada. El Partido Popular se enorgullece de hablar de austeridad pero cuando llegan al gobierno lo primero que hacen es subirse los sueldos... ¿es ese el modo que tienen de hacer alarde de la crisis que tanto han criticado?

La "profesionalización de la política" llega a la Asamblea de Extremadura. El 90% de los diputados decide dedicarse a ello de lleno -cosa que me parece bien- y por tanto tienen que dejar sus trabajos pues estarán liberados de otra carga laboral que no sea el trabajar en el Parlamento extremeño. Pero, llegamos a un lugar clave. En un momento de crisis aguda como el de ahora, dónde en España tenemos más de 4 millones de parados, creo que es cuanto menos descabellada la idea de que nuestros representantes políticos cobren más de 5000 euros brutos al mes mientras hay familias que no tienen dinero para llegar a fin de mes.

¿No pueden profesionalizarse ganando un poquito menos? ¿No llegan a fin de mes con 3000 euros (medio millón de las antiguas pesetas)?

Entiendo que la gente no confíe en ellos. Lo tienen todo: Tienen poder y dinero, capacidad de hacer y deshacer, capacidad de decidir y en ocasiones, tienen hasta a la gente de su parte apoyándoles en los mítines. Cada cuatro años se celebran elecciones, momento en el que los ciudadanos deciden. Indudablemente, el 22 de mayo los extremeños decidieron. Decidieron tener un parlamento sin mayoría absoluta pero con mayoría simple para el PP, y eso es lo que tenemos.

Es en este momento cuando los ciudadanos piensan (pensamos) y nos damos cuenta de que ellos están ahí, arriba, mientras que nosotros estamos aquí, abajo.

En los últimos tiempos no puedo dejar de pensar en el trabajo que mi abuelo realizaba en el ayuntamiento de Olivenza. Era teniente-alcalde de Olivenza y concejal por el partido socialista, y ¿sabéis qué? Nunca entró en su casa ni una sola peseta. Trabajó por su pueblo desde los comicios de la democracia. No cobraba por ello pero era su trabajo. Estuvo haciéndolo casi hasta el final de sus días, y lo cierto es que tuve la suerte de poder acompañarle más de una vez a su segunda casa: el Ayuntamiento de Olivenza.

A día de hoy, siento tristeza. Lo he dado por mis ideas, y lo seguiré haciendo siempre. Creo firmemente en que el PSOE necesita un cambio y a Olivenza le vendrá bien. Es necesaria la alternancia en el poder para que se encaucen los vicios que durante 32 años han estado ahí. Las cosas han cambiado mucho en 32 años, pero a la vez, no han cambiado tanto. Pero ese, es otro capítulo que trataré otro día.

Si algún político me lee o tiene la oportunidad de hacerlo, que sepa que esta reflexión la hago como ciudadana del mundo, pero ante todo, extremeña que ve que sus vecinos lo pasan mal, que los escucha y que entiende cada día más la realidad cambiante.

Por último, el enigma a resolver es ese... ¿Podríamos hablar algún día de una clase política que no cobrase por todo lo que hiciese y que trabajase en tiempo y sueldo por su tierra?

Muchas gracias, y abuelo, prometo no defraudarte ;)

María Núñez.