lunes, 29 de abril de 2013

Ese es el espíritu.


De pequeña pensé que ir al colegio era algo inalienable, innato y que formaba parte del ser humano. Cuando estaba en primero de primaria pensaba: Oh, qué mayor soy, estoy aprendiendo a sumar y restar. En segundo aprendí a multiplicar aunque la tabla del 9 se me resistía. En tercero y cuarto la cosa se comenzaba a complicar, pero yo seguía yendo feliz al colegio. Los dos últimos años en el cole, mi cole de toda la vida, fueron sin duda intensos, y en ellos se produjeron cambios. Ya en el instituto conocí a muchas personas que marcarían el transcurso de mi vida, Andrea por ejemplo, es una de esas amigas que están contigo hasta el infinito y más allá. Ella ha sabido perdonar mis errores, ha sabido compartir su tiempo conmigo, ha sabido respetar mis ideas a pesar de ser tremendamente diferentes a las suyas, y sobre todo, hemos madurado juntas a pesar de vernos poco desde que ambas decidimos seguir caminos diferentes. Ella está acabando Derecho, yo Ciencias Políticas. 

Pero continúo, yo siempre pensé que la educación era un derecho al que todos los seres humanos teníamos derecho, valga la redundancia. Por eso a veces no entendía lo que veía en las noticias, cientos de miles de niños y niñas que aun no se habían escolarizado, que no sabían escribir, que ni siquiera tenían un único libro de dibujos en el que pintar. Ni siquiera podían escoger entre lápices, ceras o rotuladores. Ni podían hacer manualidades con cartulinas, papel charol. Tampoco podían regalarle regalos a sus padres por el día del Padre o sus madres por el día de la madre, ni siquiera podían hacer flores con papel de seda o repartir chuches por su cumple entre sus compis de clase y pupitre. Me pregunto si sabrían lo qué es un pupitre, si conocen la Carta Internacional de los Derechos Humanos, si saben que como niños deberían tener derechos. 

La cooperación, el voluntariado y la ayuda en organizaciones y asociaciones que nacen para hacer que las personas puedan tener una vida mejor, son infinitamente necesarias en un mundo como este. Y es que se trata de un mundo donde la desigualdad impera y campa a sus anchas. Y ese no es el mundo con el que de pequeños nos enseñaron a soñar, ni siquiera el que hubiéramos imaginado en el peor de los casos. Por eso cuando alguien me dice que desde la Política, el Asociacionismo, el Voluntariado o los Movimientos Sociales no se pueden cambiar las cosas, le trato de demostrar que sí se puede.

El otro día asistí a un Festival Murguero Benéfico, en favor de la asociación DOWN de Badajoz. No os imagináis la cara de felicidad de esos niños y niñas, de sus padres y madres, de sus familiares en general, de los y las voluntarias en la asociación... No podéis imaginar la satisfacción que tuve ese día. Fue un pequeño grano de arena que sirvió para hacer felices a esos chicos y chicas que a diario demuestran que son tan iguales al resto pero infinitamente especiales. Desde aquí mi agradecimiento al mundo Carnavalero de Badajoz, pero sobre todo a los y las murgueras que hicieron posible que el sábado fuera una noche especial. Mención especial para un equipo de valientes, de magníficos y de encantadores chicos que desafiando la fría noche del sábado decidió culminar la noche a la luz de las estrellas regalando risas y felicidad, hoy mi homenaje, para ellos, Ese Es El Espíritu. Porque verdaderamente, ese es el espíritu de la cooperación en la consecución de un mundo mejor. 

GRACIAS :) 

miércoles, 24 de abril de 2013

Un útero para gobernarlos a todos.

En las últimas semanas hemos venido asistiendo al despropósito más grande de los últimos tiempos: los hombres que creyeron ser mujeres. Esto, que parece ser el título de una película de Almodóvar, se convierte en realidad cuando Gallardón decide comenzar a decidir por nosotras, como ya lo hizo la derecha en tiempos pasados. Comenzaron con la sanidad, la educación, el IVA, las pensiones, la dependencia, y ya nos tocaba a nosotras, llegaba el momento en que Gallardón, cual perro valiente que sale corriendo tras un niño que apenas ha comenzado andar, anuncia que el riesgo de salud para la madre, ya no será un "pretexto para abortar". 

La caverna mediática acto seguido se envalentona y le da la razón, también lo hacen los colectivos "PRO-VIDA", militantes del Partido Popular, y asociaciones del tipo Manos Limpias, que de tener las manos limpias por cierto, tienen bien poco. 

Este afán de Gallardón por preocuparse por fetos que aun no existen, debería emplearlo en preocuparse por las miles de familias que en España se están quedando sin casa y no tienen qué darle de comer a sus hijos. Si toda esa preocupación la invirtiese en los 44 millones de españoles y españolas, es muy probable que este país estuviera mejor. Algo que no comprendo es que insistan en "preocuparse" por nosotras, ¿Alguna le habéis pedido ayuda? A mí, como mujer, a quiénes en última instancia se me ocurriría acudir para nada sería al Gobierno de España. 

Las mujeres sabemos lo que cuesta alcanzar un reto, emprender un camino, conseguir un derecho. Y porque sabemos lo que cuesta, en este momento nos negamos a que de nuevo sean los hombres quienes pretendan imponernos su creencia. Ni un obispo, ni un cura, ni un ministro, ni cualquier hombre que pise la faz de la tierra tiene derecho a decirle a una mujer qué debe hacer, qué decisión debe tomar o con quién se debe acostar. 

El hecho de abortar en sí ya supone una verdadera tragedia, y el mismo hecho de legalizar el aborto no implica que estos vayan a aumentar, sino que quienes decidan hacerlo, tengan las mismas oportunidades independientemente de su nivel económico. Hasta la legalización del aborto y la inclusión de algunos supuestos en la ley de interrupción voluntaria del embarazo ocurría lo siguiente:

-Las mujeres con alto poder adquisitivo cogían un  avión y se dirigían a Londres a abortar. De allí venían como "nuevas", con una "carga" menos, sin problemas.
-Las mujeres que no tenían dinero ni para comer, tenían dos opciones: O bien ser madres sin querer serlo, o bien abortar en condiciones infrahumanas arriesgando su vida, y en muchas ocasiones perdiéndola.

Esa era la diferencia, y radicaba en el poder económico. Gallardón pretende lo mismo, como dice mi compañera Pilar Hernández  (@PatriciaHdezGut ) "las mujeres que él conoce se subirán al avión" mientras "El otro grupo de mujeres, a las que ni Gallardón ni Rouco conocen (ni quieren conocer), volverán a jugarse la vida y la cárcel, como si fueran criminales, en clínicas clandestinas."

Hay hombres que jamás podrán ponerse en la situación de una mujer, sin enfrentarse a lo que a diario nosotras nos enfrentamos, al hecho de que alguien de su mismo sexo nos diga o nos increpe que por no tener lo mismo que ellos no valemos igual, que no entendemos de fútbol, ni de decisiones, ni de derechos. 
Esta es la España de dos categorías que Gallardón quiere, la que quiere la Santa Sede, que de Santa tiene poco, la que quiere Rouco que de moral tiene lo que yo de fascista, y la que quiere el obispo de Alcalá de Henares, quién podrá tener de todo menos educación.

Me niego a vivir en una España de dos velocidades, pero para eso necesitamos de vosotras, las mujeres, porque somos libres, porque valemos tanto como ellos y porque tenemos sus mismas capacidades para poder decidir sobre lo que ocurre en nuestro útero, en nuestro cuerpo y en nuestra vida. No dejéis que ninguno os diga lo que tenéis que hacer. Existen colectivos de mujeres que estarán encantadas de ayudaros y escucharos, desde Mujeres Jóvenes de España, Mujeres Progresistas y por supuesto desde el PSOE y Juventudes Socialistas.

Estamos en el mismo camino que vosotras, porque somos una más de todas esas mujeres que día a día luchan por ser lo que son, libres.

Pdta: Título del post, a cargo del compañero José Ángel Vera ( @ja_vera )

Gracias.

María Núñez.

miércoles, 17 de abril de 2013

"Compre usted migas de pan"


La realidad, a pesar de ser la misma para todos, a veces no llega igual a todas partes. Puede ser esto lo que le esté ocurriendo a muchos políticos y políticas españolas, que más que ver la realidad, parece ser que vivan en un mundo paralelo. 

Hace un año decía Cospedal que el Partido Popular era el partido de los trabajadores. Está claro que todos nos reímos de ella cuando dijo tal sandez. Hoy, meses después, se ha contradicho al afirmar que "los votantes del PP pagan la hipoteca y se aprietan el cinturón". Alguien debería decirle a esta señora cual es el significado de apretarse el cinturón. Ya que ella jamás habrá tenido problemas para llegar a fin de mes dada su condición de bruja, que diga, de pluri-asalariada (salarios que por cierto, pagamos todos). 

Pero no voy a hablar de partidos, o sí, pero no quiero centrar mi escrito contra el PP porque quiero hablaros de algo que considero aun más imprescindible. 

¿Qué hacemos nosotros mientras otros gobiernan? ¿Hacemos lo correcto? O mejor dicho, ¿lo intentamos? No estoy segura del todo de que se intente todo lo que se debería. Hay quienes se centran en el "quítate tú para ponerme yo" y otros que nos resignamos porque proponemos y nuestras propuestas siempre son "buenas" pero nunca se implementan. 

Extrapolar una cuestión política a una personal no es el camino para el progreso, ni de una ciudad ni de un partido. O al menos no debe serlo. Tampoco el personalismo debe encarnarse o tratar de liderar lo que debería representar a muchos. Y no debe ser así porque es aquí donde comienza el fin de la historia. La ausencia de liderazgo y el no permitir que el liderazgo se emprenda, lleva a la muerte política de unas siglas.

La perpetuación en el poder de quienes no han sabido ser políticos no lleva más que a la desesperación de quiénes tienen ideas y proyectos pero no pueden emprenderlos por falta de medios. Cuántas veces me repito: ¡Sería tan fácil! Y lo sería, creerme que lo sería. 

El otro día en clase, mi profesor de Relaciones Exteriores y Política Exterior de Europa nos contaba cómo había acontecido la desintegración de Yugoslavia, y nos hizo una pregunta: 
¿Qué creéis que debía haber sido diferente para que las cosas hubieran sido diferentes? 

Me pregunto si ellos, esos políticos de los que hablo, se han hecho alguna vez esta pregunta. Y si no se la han hecho, seguro que habrán tenido alguien al lado que se lo habrá preguntado y o bien no han querido escuchar, o bien no han sabido responder. De haber respondido a la pregunta, hoy no estarían cometiendo los mismos errores que en el pasado le llevaron a perder un gobierno, la confianza de miles de personas y a día de hoy la de sus propios compañeros y compañeras. 

Estar tan lejos de la realidad nos lleva a no percatarnos de lo fácil que es dejarse ayudar, porque son los pequeños detalles los que marcan la diferencia, los que nos hacen reflexionar y pensar cómo actuar cuando nos toca. 

María Núñez.


domingo, 14 de abril de 2013

Nuestra Transición.

Cuando de pequeña mi madre me hablaba de algo llamado "Transición" yo confieso que no sabía muy bien a lo que se refería. Siempre me contaba cosas de "aquella época", de cuando mi abuelo había comenzado en política, de cuando había fundado (o refundado) el PSOE en Olivenza junto con Ramón Rocha, Justo Núñez, y algunos compañeros más. Cuando mi madre me contaba todo eso, yo recordaba las veces que había ido con ella y con mi abuelo aquella gran casa, la casa de todos y todas, el Ayuntamiento de Olivenza. Recuerdo aquellas escaleras a la derecha de la Sala de Plenos, con baldosines de colores, y llegar a aquella sala de espera llena de fotos con todos los alcaldes que Olivenza había tenido. La cara de uno de ellos se parecía mucho a la de mi abuelo, y él me dijo que era su padre.

Desde entonces, mi madre siempre ha tratado de hacer que me interesara por la política, con muchos disgustos por parte de mi padre por cierto. Pero a ella no le hizo falta esforzarse mucho conmigo, es algo que yo ya llevaba en la sangre. Sé que ella se siente orgullosa cada vez que le digo que mis amigos de Madrid me llaman para colaborar en alguna agrupación de JSM o el PSOE, quizás sea porque estoy haciendo y estudiando lo que quise, sin que ni mi padre ni ella me obligasen a hacer lo contrario. 

Mis padres nunca me han negado nada, ni mi derecho a estudiar lo que siempre quise, ni a ser quien he querido, ni siquiera pudieron rebatirme cuando les dije que mi tiempo en Sevilla se había acabado. Ellos me han apoyado en la mayoría de mis decisiones, y cuando no hemos estado de acuerdo, al final siempre han acabado apoyándome de un modo u otro. 

Yo siempre le decía a mi madre que me hubiera gustado poder vivir la época de la Transición. También le dije que si yo hubiera vivido el Franquismo me habrían fusilado sin preguntarme, porque jamás hubiera traicionado mis principios. Sé que es muy fácil decir esto, pero quiénes me conocéis, sabéis que lo último que haría seria traicionar aquello en lo que creo. Ahora que lo pienso, estamos viviendo una completa Transición, y esta es NUESTRA TRANSICIÓN.

Esta es la Transición por la que nuestros abuelos no pudieron pelear, la de alcanzar la democratización de las instituciones y la transparencia de la Política. Es la transición que hará de la Política una solución a los problemas de la gente y no el problema de la gente. Esta Transición inevitablemente pasa por una reforma de la Constitución, porque la Constitución que votaron nuestros padres y nuestros abuelos no es la que nosotros ahora votaríamos. Qué menos, que tener el derecho a decidir sobre ella. 

Sinceramente, y esto no es una puya para nadie, no entiendo cómo con la que está cayendo puede haber jóvenes progresistas -ya no digo personas- sino jóvenes que deberían ser el espíritu de la defensa de los valores inspiradores de la Revolución Francesa (pero sin sangre) como la Libertad, la Igualdad o la Solidaridad, que se empeñen en no condenar una monarquía que está caduca, una monarquía inmersa en la corruptela y en la mentira a su pueblo. Y lo que entiendo menos, es que canten la Internacional con el puño izquierdo en alto y no sean capaces de salir un 14 de abril a las calles de sus pueblos, ciudades y comunidades a defender la República como modelo alternativo de Estado.

Otra España es posible, y espero que más pronto que tarde, podamos salir a las calles como aquel 14 de abril de 1931 a proclamar la III República Española gritando: Viva la República. 

lunes, 8 de abril de 2013

Quédate conmigo.

La vida se compone de decisiones, no siempre fáciles, es más, la mayoría de las veces complicadas.  No siempre sabemos decidir con exactitud lo que queremos, y en ocasiones no sabemos qué es lo que queremos. Y en cierto modo, he de confesaros que es así como me siento. 

Ya no se trata de un terreno en especial, sino de un conglomerado en el que evito pensar mientras me abstraigo a ese mundo que forma parte de mi vida. Ese mundo al que voy cada vez que hay algo que me ronda demasiado, un mundo que es compone de libros, letras de Carnaval, una guitarra, papel y lápiz, los paseos con amigos y las visitas a mi tierra. 

El otro día mi hermano pequeño -en realidad el único que tengo- me decía que si me ocurría algo. Apenas habían pasado cuatro días de mi última estancia en Olivenza, y le confesaba a altas horas de la noche que al día siguiente volvería a hacerme los casi 500 kilómetros que separan a mi pueblo de Madrid. Sé que mi hermano no me creyó cuando le dije que no me ocurría nada, pero se lo decía de verdad. Simplemente no quería sentirme sola en Madrid un fin de semana pudiendo estar en Olivenza, con mi familia, con mis amigos y con él mismo.

Sin duda mi fin de semana fue intenso aunque se me hizo corto. Pude recuperar parte de mi vida, esa que dejé en stand by cuando me vine a Madrid, o mejor dicho, cuando me fui a Sevilla hace casi 5 años. Pude pasear por Olivenza, con tranquilidad, saludando a toda la gente, tomando un café en la plaza del pueblo y manteniendo una grata y necesaria conversación con una gran amiga y compañera a la que admiro, Caty. En tres horas arreglamos el mundo, le dimos una y mil vueltas, y supimos apreciar lo imprescindible de la vida, la necesidad de tener cerca a personas que quieren construir una sociedad mejor.

En la  vida siempre tenemos que sacrificar algunas cosas para alcanzar otras, aunque nunca sabremos qué habría pasado de haber elegido otras. Pero este es el riesgo que toda decisión conlleva. Y lo que espero es no arrepentirme de haber trabajado desde bien jovencita por la Igualdad y la Libertad, es más, no creo que me arrepienta en la vida. He dejado de estar con mis amigas para dedicar gran parte de mi tiempo a la política; sacrifiqué mi pasión (el Carnaval) por estudiar fuera estos cinco años de mi vida Ciencias Políticas; he dedicado decenas de fines de semana (sábados y domingos, mañana y tarde) por tratar de darle la vuelta a lo que consideramos desde Juventudes que debe cambiar; he dejado de pasar tiempo  con mis primas, he pasado mis últimos cuatro cumpleaños lejos de mi casa, algún Día de Extremadura, cumpleaños de mi familia y un sin fin de momentos especiales... Pero si algo no he perdido es el contacto con la gente que me importa y con lo que me importa, y de eso no podré arrepentirme en la vida.

A ti, que aun esperas una respuesta del PSOE sólo puedo decirte que confíes en que somos miles de personas quienes trabajaremos por hacer posible que el cambio sea una realidad, porque si de verdad a muchos y muchas les importa el futuro de este país, sabrán apartar los personalismos para caminar por la única vía posible: la del entendimiento desde la izquierda y hacia el progreso. Por eso, te animo a que te quedes conmigo, con nosotros y nosotras, porque son muchas las cosas que no nos gustan pero rendirse no es el camino.

María.