lunes, 31 de marzo de 2014

Tengo tus pasos perdidos.




Siento una extraña presión, y no quiero sentirla. Esta presión que a veces me invade por dentro sin ni siquiera avisar de que ha llegado. Y ahí apareces tú, sin llamarte, sin pedir permiso... Y de nuevo, vuelvo a sentir que mis pasos están más perdidos que antes de conocerte. Me pregunto cuánto tiempo tendré que seguir sintiendo todo lo que no quiero sentir cuando de repente una de tus fotos irrumpe sin más. Y esa mirada, ¡joder! esa mirada que desde antes de conocerte tanto sentí que me transmitía. 

Y lo peor, es que siento que estoy siendo cobarde porque no me dejas ser valiente. No te he pedido nada, tampoco quiero pedirte nada, he entendido que las palabras no son más que palabras, y los recuerdos no serán más que recuerdos. Pero yo no soy de piedra, y es inevitable recordar lo que para mí sí ha sido importante, y por eso hace unos días decidí que aquella foto, nuestra foto, no cabía en este momento en ese pequeño rincón de mi habitación que dedico a las personas importantes para mí. Espero algún día tener la valentía de volver a colgarla, ese es su sitio y ninguna lo va a ocupar, pero mientras tanto esperaré que el tiempo sepa darme las respuestas que tú mismo no me diste. 

Te mentiría si no te dijese que te echo de menos, esos gestos que sólo tú tienes, esa mirada que embauca aunque me proponga que no... pero te echaré de menos sin mirar atrás. Quiero pensar que de nuevo, todo vuelve a tener una explicación que con el tiempo comprenderé, porque como dice mi amigo Víctor, lo mejor está por llegar. 

Si en un mismo problema, y dando las mismas respuestas, nunca encontramos la solución, quizás sea porque las respuestas que creímos válidas para el problema, tienen que ser cambiadas. Con o sin pasos perdidos, llega el momento de cambiar las respuestas y solucionar los problemas. Y si hay momentos que sentimos que nunca llegan, quizás sea porque al idealizar las personas, creamos un clima equivocado de una situación poco acertada. Nunca podemos decir que "sea la última vez", pero tal y como sucede cuando un teléfono suena y nadie responde, quizás llega ese momento en que el teléfono vuelva a sonar y sea la última vez que alguien no responde; y quizás suceda eso, porque esa vez si exista alguien "al otro lado".

Canciones, recuerdos, miradas, ¡qué más da!, no acaban siendo más que pasos perdidos.

domingo, 30 de marzo de 2014

La frontera de la indecisión.

En Marketing nos enseñan muchas cosas, entre ellas, todos aquellos elementos que hacen que en el consumidor se produzca un estímulo del tipo que sea, y que estos estímulos sean influenciables en el proceso de decisión de compra.

Un olor es algo que el cerebro de una persona siempre asocia a algo, ya sean personas, experiencias, vivencias, ciudades, recuerdos, incluso situaciones. Pero he descubierto algo, aunque a decir verdad era algo que ya sabía. Dicen que el olor es el más potente de todos elementos que pueden utilizarse para estimular algo; y ojo, que puede ser cierto y fácilmente demostrable si hacemos un experimento con personas y les preguntamos a qué les recuerda tal olor. Pero, algo que no quería dejar pasar en este espacio, es algo que quizás os ocurra a todos cuando alguna vez escucháis una canción, una melodía, o quizás tan sólo un par de acordes de una música que ha significado y significa mucho para vosotros. Y en realidad, eso es lo que me sucede cuando escucho esas primeras letras, mientras el comienzo de esa melodía hace que las sensaciones de aquellos días se reencarnen en mí por momentos. 

Es algo complicado de explicar, algo difícil de describir, es mejor sentirlo. Es algo así a cómo cuando tratas de explicarle a alguien lo que se siente cuando unas extrañas mariposas comienzan a recorrer tu estómago, o como esa culebra simulada que sube y baja por el cuerpo y hace que te conviertas en un ingenuo entregado a un amor que no sabemos primero, si existe, y segundo si es o podrá ser recíproco algún día. Y es que, al igual que estas sensaciones tan extrañas que os he comentado, escuchar una canción o tan sólo una voz, y que te recuerden a algo o alguien, es algo que como el amor, tampoco se elige. En esta vida podemos elegir muchas cosas, pero eso NO.


Del mismo modo, tampoco podemos elegir determinadas situaciones que suceden, situaciones que no pueden ser controladas por nadie, o al menos, no por nosotros mismos. Y en ese cúmulo de sensaciones que se agolpan frente a nosotros como si nos encontrásemos entre una espada y la pared, nada esa extraña presión que nos lleva a la locura más extrema, esa locura, que sin pensarlo, nos hace entregar parte de nosotros mismos a algo que deseamos con mucho ahínco. Y es que las canciones son eso, letras plasmadas en música que siempre tienen un por qué, que no nacen de la nada, sino que nacen de la experiencia. Y cuando una canción llega a suponer algo para nosotros, incluso algo tan fuerte como es el hecho de que nos imaginemos y revivamos ese primer momento en el que la escuchamos, el autor habrá cumplido su cometido: Trasladarnos esa misma sensación que fue la que le impulsó a escribir. Por eso, aunque un olor sea algo único que evoca mil y una sensaciones y recuerdos, la música es capaz de traspasar las fronteras de los sentidos, llevándonos al paraíso dónde el recuerdo puede volver a ser real, porque sin quererlo y sin elegirlo, es capaz de traspasar incluso la frontera de nuestra indecisión. 


lunes, 24 de marzo de 2014

El puzzle de la vida.



Estas semanas he sentido que tenía historias abiertas y que te debía muchas cosas. Aun tengo que ir a recoger el puzzle que me hiciste. Recuerdo el día que te lo llevé y te dije: "No lo quiero, te lo puedes quedar." Pero cuando lo vi acabado pensé: "¿Cómo no me lo voy a quedar?". Tú que con tanto cariño ponías cada pieza, que con tanta ilusión abrías cada caja con puzzles nuevos, componiendo una historia que como la historia de nuestras vidas, sabemos cuando empieza pero no cuando termina. 

Y entre pieza y pieza, cada historia iba cogiendo forma, tú ibas poniéndole color. Recuerdo aquel día que llegaba de la universidad y tú estabas allí, frente al televisor, con el brasero puesto, tus gafas, y tu tablet al lado de la mesa. Estabas empezando un puzzle nuevo, buscando las esquinas, "porque así es más fácil", me decías. Intenté ayudarte, pero he perdido práctica con esto de construir historias. Mírame, todas me salen mal; y tú mientras, llamándome loca porque no paraba quieta en Olivenza y mi coche lleva más kilómetros a las espaldas que cuando papá lo tenía. Un día te dije que Badajoz era como mi casa, que allí me sentía bien y que mis amigos y el Carnaval eran pieza más que imprescindible para eso. La tarde que te dije que me iba a Cádiz me dijiste: "¿Pero a qué vas?" y te respondí: "A vivir la vida". 

¿Sabes? Yo también estaba preparando un regalo para ti, un regalo que nunca podrás tener porque no me dio tiempo a acabarlo. Quería que tuvieses algo mío, o que al menos, hubieras podido escucharla. Si hay algo que sé hacer bien y con lo que me siento segura es escribiendo y componiendo letras que no tienen por qué sonar más allá de las cuatro paredes de mi casa... Creo que pocas veces me escuchaste cantar. De hecho, creo que no estabas aquella tarde, cuando el año pasado por estas fechas (dentro de cuatro días) le cantaba al abuelo la canción que compuse para él, para celebrar su 88 cumpleaños. Y este año nada será lo mismo el 28 de marzo, nos faltarás tú, nos faltará tu humor, esa esencia tuya que a pesar de ser un cascarrabias a veces tenía tanta bondad dentro. 

Te confieso algo, temo el momento de ir a recoger mi puzzle, siempre me recordará a ti, y es por eso por lo que quiero tenerlo, porque a pesar de que siempre fue mío, fuiste tú quien construyó esa historia. Llevo días soñando contigo, despertándome intranquila, con algo que no me deja descansar. No sé si tienes algo que decirme, algo de lo que "alertarme", pero si es así, prefiero que en ese sueño te acerques a mí y podamos hablar, mirándonos a los ojos como aquella última vez. ¿Sabes? Me ocurre algo extraño, pienso que de un momento a otro aparecerás por cualquier esquina con cualquiera de tus bromas, que me cogerás fuerte para darme uno de esos besos que tanto picaban cuando era pequeña, que me dirás lo majareta que estoy por todas las locuras que hago... y que me volverás a preguntar de qué es el máster que hago y por qué empecé a estudiarlo. Necesito una de esas conversaciones, pero sobre todo, necesito ese sueño para sentir de nuevo uno de tus abrazos. Creo que nunca te dije que te quería, pero sé que te fuiste sabiéndolo. Perdóname si en los últimos días no fui a verte todos los días, me dolía tanto verte así... que prefería recordarte como lo que eras. Has dejado huella, sigue mandando fuerzas, me llega cada día la motivación, pero no está siendo fácil. 

Te queremos, mucho. 

La voz de Suárez se apaga.



Me he levantado como cada mañana, y he comenzado mi rutina, responder un par de mensajes en el móvil, subir la persiana, abrir la ventana y poner a tono mi habitación con un fresco olor a plátano suave. Llega mi padre a desayunar, rara vez coincidimos, y cuando he encendido la televisión, me encuentro la imagen de tres hombres que han formado parte de la historia de este país, España. 

La imagen de Felipe González, Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, en conjunto, me ha sorprendido. Creo que nunca les había visto juntos, al menos, no de esta manera. Esta vez faltaba Suárez, pero en realidad estaba allí, en realidad siempre estará aquí, porque el espíritu de la Transición hacia la democracia permanecerá siempre vivo en España. 

Me recorría una extraña sensación por el estómago, tenía un nudo en la garganta y las lágrimas caían levemente. Ésta, es una de esas cosas que no pueden controlarse. No tuve el placer de conocerle personalmente, ni siquiera escuché en directo ninguno de sus discursos, pero mi madre siempre me ha dicho que este señor, Adolfo Suárez, fue clave en la Transición, fue honesto, honrado, y digno política y personalmente. Recuerdo esas imágenes de hace unos años en las que paseaba con el Rey por los jardines de Palacio. El Presidente le decía "No sé quien eres", mientras el Rey respondía: "Tu amigo". 


Paradojas de la vida, millones de personas le recordaremos siempre y él se ha marchado sin recordar quién era. Decía su hijo Adolfo hace unos días, que su padre no había dejado de sonreír en ningún momento. Nunca sabremos que le pasaba por la cabeza, pero siempre tendremos en la mente ese "Puedo prometer y prometo" que está presente en la mente de España y los y las españolas. 

Quizás nunca le hubiese votado, o quizás sí. No lo sé. Pero estoy segura de que hubiera sido emocionante haber podido conocerle. Es parte de la historia de mi país, de la democracia, y sobre todo, parte de esta historia de la Transición de la que mi abuelo también formó parte. La Política cuenta con muchos héroes, algunos que como Suárez son conocidos, y otros que son héroes anónimos que sólo unos pocos conocemos. Mi abuelo fue uno de esos héroes anónimos, tal como su padre lo había sido. No hay nada más gratificante en política que se te reconozca algo positivamente, y ese es el mejor de los regalos. Porque la política es complicada, y sino, que se lo digan a Suárez, quién de manera digna y valiente dimitió y dejó la Presidencia del Gobierno porque no encontraba la clave para reconciliar a la ciudadanía y a su partido. Se fue creyendo que no podía hacer nada más porque lo había intentado todo; casi sin recibir nada a cambio. Sus últimos meses en la Presidencia fueron algo parecido a un calvario. La oposición era dura, el pueblo estaba descontento, era inconformista, y a Suárez se le acaban las ideas y el entusiasmo porque sentía que no llegaba al pueblo que se lo había dado todo pero que también se lo estaba quitando casi todo. Al tiempo todos comenzaron a reconocerle sus éxitos, su esfuerzo, su talento y su talante, y esa quizás haya sido la mejor de las recompensas. 



Su memoria se iba quedando sin recuerdos poco a poco, ha debido ser duro y triste, tener delante a quien tanto ha aportado a este país y que ni siquiera él mismo lo supiera. Pude despedir a Carrillo en Madrid el año pasado, me hubiera gustado poder despedir a Suárez de la misma manera. Creo y espero, que quiénes en un futuro se dediquen a la política, lo hagan con la misma entrega, al margen de no compartir ideas políticas, con la que este señor se ofreció en cuerpo y alma a la ciudadanía y a nuestro país. Las grandes personas nunca mueren por muy lejos que se vayan, y a pesar de que su voz se haya apagado, permanecerá intacta entre todos nosotros.

Hasta siempre Presidente.




lunes, 17 de marzo de 2014

Los tiempos, los amigos y las reformas.

Hoy comenzaba mi día, de nuevo conduciendo hacia Badajoz. La Cadena Dial me anima las mañanas, entre canción y canción siempre da tiempo a pensar qué haré durante el día, cuántas tareas me quedan, y si habrá mucho tráfico en el Puente Real para no llegar más tarde de lo que ya voy a menudo. 

Quizás muchos penséis que estoy loca, pero sinceramente, no me importa. El mundo no está hecho para los bohemios, ni para los legales, ni para los guapos, o bueno, para los guapos sí, pero... ¿y para los locos? Los locos pensamos que en la vida todo pasa por algo, que si algo sucede es porque más adelante hay un por qué. "Menudos ingenuos" pensaréis, y en verdad, quizás sea así. Quizás el día que nos pongamos a unir los puntos del pasado nada sea como pensábamos, o nada es como nos hubiera gustado que fuera; pero esos puntos del pasado nos darán la razón por la que eso no pudo ser. 

Hoy os escribo con una sonrisa en la cara, dando por zanjada una historia, que para bien o para mal, vuelve a ser una historia más. O quizás no. Quizás no, porque es una historia de la que espero llevarme un amigo, no un amigo cualquiera, sino a uno de los mejores. Y estos días grises en los que me ha dado por pensar, en los que he decidido poner distancia y actuar con algo de cordura, es cuando he podido valorar algo, y es que en la vida una historia acaba para dar comienzo a otra. Poner el contador a cero será la mejor de las decisiones para volver a encauzar el camino hacia lo que queramos. Y es que el amor no se mendiga, y no podemos obligar a nadie a que comparta lo que no tiene o lo que no quiere, ni estamos obligados a hacerlo cuando alguien espera de nosotros ese "algo" que no va a llegar. Del egoísmo no se vive, y tampoco de los recuerdos; pero esos mismos recuerdos perduran en el tiempo para hacernos sentir que por algo mereció la pena, y es por habernos pintado una sonrisa en la cara cuando en el cielo tan sólo había nubes. 

Esos días de frío y lluvia fueron menos fríos, esas noches fueron menos largas y esas horas parecían tener menos de 60 minutos. Largos paseos y largos cafés, melodías y acordes, y miradas que sólo fueron eso, miradas. Planes, tiempo, recuerdos... Sé que me sobran motivos para colgar el cartel de cerrado por reformas.

Si tú quieres, yo no quiero, si yo quiero, tú no quieres, y la vida es así, una de cal y otra de arena, hasta que ese día, que menos te lo esperas, llega la calma y sale el sol como en aquella foto de la Caleta. No existió la casualidad, ni existen las coincidencias, y con el contador a cero, trataré de poner fin a lo que fue pero ya no es. Que la distancia no es menos distancia por estar lejos, ni tampoco por estar cerca, pero el recuerdo hace que podamos quedarnos con lo bueno. Lo bueno fue conocerte, saber que existes, y lo bueno es poder decirte a día de hoy, que a pesar de esa distancia, de evitar cruzarme contigo o de evitar incluso las miradas, me encantaría poder considerarte lo que fuiste desde el principio: un gran amigo. Y atrás quedarán esas locas noches de febrero entre acordes y pasodobles de Tino Tovar, entre melodías con aires gaditanos, atrás quedarán todas esas cosas... Porque no hay final que por bien no venga, ni principio que bien no contenga. 

Porque todos tenemos una historia que contar, y para empezar de cero no hay que dejarse nada dentro, y decía Víctor Hugo (pequeño saltamontes de "verde", esto va por ti) "de todas las manos que existen nos fijamos en aquellas que no nos quieren tocar, de todos los ojos en aquellos que no nos quieren mirar y en esos labios que no nos quieren besar", y pasamos media vida recordando y la otra media imaginando...  Así que, tan sólo utilicemos media para hacer las dos cosas, y con la otra media, tratemos de hacer lo que nos haga sentir especiales, diferentes... que las palabras se las lleva el viento, pero una mirada si es cierta vale más que mil palabras.

Sean felices... y con una sonrisa en la cara... Por el Boulevard de los sueños rotos ;)

sábado, 15 de marzo de 2014

El gris no es color para la primavera.

Pasan los días y nada es lo mismo. Siento un inmenso vacío que me produce un dolor que ni siquiera recuerdo; la ausencia de las palabras, el desconocimiento de las miradas y la eterna sensación de que esto sólo hubiera sido un sueño. Despertar no está siendo agradable, sobre todo cuando sin saber por qué lo perdemos todo de golpe. 
Hay pérdidas que no tienen remedio, otras que podrían tenerlo, y otras que innecesariamente tienen por qué causarnos dolor. Pero sin embargo, en este caso, y como adelantaba, el dolor no se puede describir. Cuando algo nos duele no sólo por fuera sino también por dentro, es cuando llegamos a comprender lo complicado que puede llegar a ser volver a lo de siempre. ¿Y qué es volver a lo de siempre? No sé si tengo respuesta para eso, pero supongo que consiste en volver al punto de partida. Ese punto de partida que lo marca y lo dictamina casi todo, conocemos el principio, pero nunca el final hasta que éste llega. Y quizás eso sea lo mejor, poner en contador a cero porque si algo no quiero perder es esa sensación de sentir que una amistad insustituible puede acabar abocada al fracaso. 

Son días de miedos, sensaciones de decepción, de tristeza, de vacío... Son días grises a pesar del sol, y es eso lo que tiene que cambiar. El gris no es color para la primavera, ni la tristeza el mejor estado de ánimo para estas fechas en las que afloran muchas cosas -entre ellas las alergias- pero sobre todo los pequeños detalles que dan sentido a la vida. Y sólo cuando nos ocurren estas cosas logramos entender a quiénes unos días antes, semanas, meses o años, han tratado de describir las mismas sensaciones.

De momento, poner a cero el contador equivale a poner distancia a los recuerdos, a las miradas, a las coincidencias, incluso significa, poner distancia a nuestra casualidad, y sólo siendo así, podremos hablar de una cuestión de tiempo.

Feliz sábado.

jueves, 13 de marzo de 2014

Hay cosas que no cambian.


Pasan los días, y así ha pasado este último mes lleno de color, alegría, disfraces, acordes de guitarra y canciones de libertad. Entre viaje y viaje de Olivenza a Badajoz y de Badajoz a Olivenza, siempre me da por pensar; supongo que es inevitable, sobre todo cuando voy sola. Son 24 kilómetros en los que me da por darle vueltas a todo, por imaginarme momentos, por aventurarme en historias que no siempre llegan a buen puerto, otras que se quedan a medias y otras que continúan sin rumbo fijo. En uno de esos últimos viajes recordaba parte de mi infancia, y sobre todo, pensaba en todo lo que me había ocurrido este último año. Si bien es cierto que el 2013 me cambió la vida por todos los cambios que con él llegaron, tenía claras esperanzas de este 2014, año por el que apostaba cuando acababa el mes de diciembre.

Tenía claro que mi manera de ver la vida y sobre todo de disfrutarla se estaba quedando obsoleta, y por eso, antes de acabar 2013, decidí comenzar a romper con todo aquello que me estaba haciendo infeliz y que me impedía desarrollarme como persona. Así lo hice con algo que hasta el momento me había alegrado la vida (aunque en ocasiones también me había hecho replantearme si era el lugar donde podía y quería estar) y sí, me refiero a la política. Siempre digo y siempre diré que lo mejor que me llevo de ella son los amigos que tengo, al margen de que la frecuencia con la que nos veamos ahora será más larga, sé y saben, que aquí estoy y aquí estaré. Rompí con cosas y personas que me hacían daño, que me perjudicaban más del bien que me hacían, y entre tantas y tantas decisiones, fui encontrando el camino para disfrutar de cada instante como si fuera el último. 

Y es ahí, donde empecé a sentir que la vida podía ser diferente dependiendo de la perspectiva desde la que se mira. Sentí que la perspectiva tenía que ser diferente para que mi vida también lo fuera. Y entre todas estas decisiones, y el ver que mi tío precisamente era quien me daba ánimos o me llamaba loca cuando le contaba mis hazañas de la noche anterior, comencé a sentir que la vida es como un Mardi Gras. Por eso trato de no quedarme con nada dentro, trato de sentir que cada segundo merece la pena y trato de vivirlo así. Porque, ¿qué necesidad de tenemos de estar dónde no queremos? ¿Qué necesidad tenemos de hacer aquello que ya no nos motiva, aquello que más allá de hacernos sentir libres, nos hace sentir presos de algo que parece que no hemos elegido? No tiene sentido que dejemos que sean los demás quienes decidan por nosotros, al igual que Gallardón no tiene derecho a decidir por las mujeres ni la Iglesia tiene derecho a imponernos su dictamen o su moral conservadora. La verdad nos hace libres, por eso yo he elegido esa parte del camino que en los cuentos aparece con una persona andando, en ocasiones aparentemente sola, con una mochila a cuestas. 

Hoy hace una semana que mi tío continuaba su camino, y tan sólo hace 10 días que entre nervios y algo de sueño yo terminaba mi disfraz para el lunes de Carnaval. Y es que, a pesar de que el último mes ha sido sin duda uno de los mejores de mi vida, no siempre somos felices en todo, y he tratado de compaginar todas esas cosas con algo tan triste como es perder a una de las personas que más quieres. 

Morajela: No dejes que nadie te imponga nada, sé libre y sólo así podrás ser feliz.

martes, 4 de marzo de 2014

La intensidad de las palabras.

Cuando a veces pienso que esta vida no está hecha para mí, lo hago poniendo en tela de juicio una serie de valores que no he llegado a comprender muy bien, o que quizás entienda pero sea incapaz de interiorizar. La vida no está hecha para los bohemios, tan sólo en las canciones de Tino Tovar puedo perderme y encontrarme. Aunque a decir verdad, mentiría si sólo hablase de Tino Tovar y no recordase las letras de algún amigo, que aunque hace poco tiempo que es mi amigo, ha sido capaz de llegar a esa parte de mí que pocas veces la gente conoce porque se quedan en lo que se ve y no investigan en torno a aquello que se podría intuir, pero que se desconoce porque está más allá de la superficie. 

En este último mes, la intensidad de las palabras se han hecho eco de esto a lo que llamamos vida. Mis días y mis noches se han resumido a una sola palabra, mientras los acordes de la guitarra no paraban de sonar. Y a decir verdad, ahora me siento algo vacía. Vacía porque hay algo más allá de estos cinco días de escándalo, algo mucho más allá de las locas noches de febrero, y algo mucho más allá de cualquier palabra por simple que esta parezca. 

Todo sucede por algo, y esta semana he sentido que la vida me ponía a prueba. Cada conversación se ha visto hilada a lo que constantemente acabaría sucediendo, cada pensamiento procedente desde el instinto acababa filtrándose en la realidad como un hecho constatado. Y ante eso, ni yo ni nadie, puede hacer nada. Luchar contra un muro de carga es misión imposible y en ocasiones una retirada a tiempo se convierte en la mejor de las victorias. Ya se sabe que las palabras se las lleva el viento, aun por intensas que sean, y que una imagen vale más que mil palabras, por poco que las imágenes digan. No seguiré utilizando el refranero español, se ha acabado el Carnaval, se pone fin a la fiesta de la Libertad, y de nuevo, la historia continúa. La historia con principio pero sin final, esa que es mejor no planear para poder disfrutar de la aventura, esa historia de la que siempre hay que aprender y sobre la que siempre habrá algo que contar. Esa historia, que aun sin quererlo se adentra dentro de cualquiera, que traspasa las barreras de defensa y que acaba llegando a su fin, un día inesperado, que como hoy, a pesar de ser un día más, tiene espacio preferente en el calendario de nuestras vidas.

Buenas noches, y buena suerte. 

domingo, 2 de marzo de 2014

Un domingo en Carnaval...

Lo que parecía ser un domingo diferente, dónde por fin podría vivir el desfile de comparsas del Carnaval de Badajoz entre sus calles llenas de tambores y colores, entre trazos de telas enlazadas, brillantina, recortes de serpentina... se acabó convirtiendo en el domingo de Carnaval más triste de toda la historia de mi vida. 

Cada Carnaval es diferente, este también lo está siendo. Está siendo especial, cargado de magia, de sentimiento murguero, de grandes descubrimientos, en definitivas cuentas, está cargado de emociones encontradas en lo que supone la magia de la amistad. 

La plaza de la Buhardilla comenzaba a vaciarse, nos encontrábamos por la calle con personas cuyos disfraces variaban a medida que nos adentrábamos en las calles de Badajoz. Lo raro hubiera sido encontrar a personas sin disfraz. Bajar la ventanilla del coche y gritar: "¡pringao, tú no tienes murga!", se ha convertido en una tradición para mis amigos cada vez que nos adentramos en las céntricas calles de Badajoz. Dicen que los amigos son esa clase de personas (con clase) que están cuando se les necesita y cuando no. Estar cuando se te necesita significa que sin necesidad de llamarte, tú sientes que tienes que estar. Hoy he sentido esa sensación, y es que si el Carnaval me está regalando algo son especialmente grandes amigos. Esos amigos con los que no necesito pensar qué voy a decir, cómo lo voy a decir, o cómo tengo que comportarme. Porque esos amigos, son los que me quieren sin cuestionarme ni juzgar el modo en que tengo de ser sencillamente yo misma. 

Hoy necesitaba mil y un abrazos, y ahí han estado ellos. Un domingo de Carnaval inesperado, donde la sorpresa ha sido saber que sin esperarlo, ellos ya estaban ahí. Por este motivo, poder compartir este Carnaval con ellos, con vosotros, está haciéndome ver que "el Carnaval son amigos, familias enteras, talento, alegría, vencer los problemas con una sonrisa, conquistar la calle con sólo un disfraz..."

Y retomando, si la mañana fue peculiar, si pude dormir tan sólo una hora, si pude compartir con Alberto tanto en tan poco tiempo, la noche ha sido esa parte de magia que ha adornado un poco más este domingo que me gustaría dejar a un lado. Y es que, en estos momentos, es cuando de verdad sabemos que existen personas a las que les importamos y siempre estarán, aunque sea un domingo de carnaval. La magia del sábado ha hecho posible que ahora pueda irme algo más tranquila a dormir... Siempre me quedará alguna anécdota por contar, algo que recordar y algún beso que entregar... Mientras tanto, disfrutemos de la vida, es demasiado corta como para dejarla pasar como si de un ave de paso se tratase.

Sean felices.