lunes, 3 de febrero de 2020

Lo que el interior esconde

Todos querríamos cambiar algo de nosotros mismos. 
Todos en alguna ocasión hemos creído que nos falta ese algo para sentirnos realmente plenos.        Ese algo que quizás podría gustar a ese alguien del que esperas recibir un hola acompañado de una carita sonriente en cualquier moderna red social. Ese alguien a quién deseas sorprender, o del que simplemente deseas llamar su atención, aunque se trate de una reacción o una barrita que mide la intensidad de cero a diez. 

Y sí, es cierto, nos pasamos media vida queriendo cambiar aquello que nos acompaña para agradar a los demás, olvidando que en primera instancia tan sólo tenemos y debemos gustarnos a nosotros mismos. Y es que la vida, se encarga de hacer el resto. De manera organizada, o no, de un modo secuencial o estructurado, con escalas o sin ellas, pero dejando fluir la historia. Porque cuando sucede por casualidad, acaba por ser imparable. 

 Nos preocupamos tanto y demasiado por cuidar lo que se ve, que olvidamos atender aquello que nuestro interior esconde. Y es que eso, también necesita pulirse a diario para hacernos un poco más fuertes cada día, más seguros, más propensos a no decaer. Al igual que las plantas necesitan agua para crecer, nosotros mismos necesitamos fortalecer nuestros vínculos internos para ser y estar.        No olvidemos que lo mejor que guardamos de nosotros es aquello que no se ve, ese algo que sólo decidimos mostrar en ocasiones dependiendo del lugar y de la persona. Eso a lo que no todo el mundo accede, eso que nos convierte en mágicos, en únicos e irrepetibles. Eso que no se copia ni se imita, eso que fluye y que determina nuestras relaciones y el curso de nuestra vida. 

Y os pregunto, ¿cuánto tiempo dedicáis a cuidaros por dentro? ¿Os preocupa sentiros bien con vosotros mismos con respecto a eso que esconde vuestro interior? Lo ideal sería cuidarlo a menudo, preguntarnos si somos lo que queremos, o si queremos ser otra cosa distinta a la que somos. Lo justo sería mirarse en el espejo y pensar si lo que vemos -más allá de ese simple cristal- es lo que siempre quisimos de nosotros. Y la mayoría de las veces, por no decir todas las veces, la respuesta está en ti, en mí, simplemente en nosotros. Porque de cada uno de nosotros siempre depende aquello en lo que queramos convertirnos, siempre tenemos la clave. La clave siempre está en ti. 

Lo que el interior esconde siempre resulta determinante para ser, estar y permanecer. O dicho de otro modo, también para no hacerlo.

miércoles, 29 de enero de 2020

Los días son como las personas.


Supongo que los días son como las personas, no siempre podemos estar igual de bien. Y es en los días malos, cuando las personas son más de verdad que nunca. Lo son porque la vulnerabilidad nos hace olvidar aquello que nos hace fuertes para convertirnos en seres un poco más débiles. Y no, no debemos tener miedo a ser vulnerables con nosotros mismos, porque conocerse es imprescindible para mejorar, y por qué no decirlo, para aspirar siempre a más. 

¿Qué sería de nosotros teniendo siempre días buenos? A veces no es fácil tomar decisiones cuando estamos en ese punto de inflexión que nos hace sentirnos tan así, tan nosotros, pero a la vez tan desconocidos. Porque cuando sentimos que nos fallamos, el dolor es inmenso. 

La auto exigencia nos aploma, y puede llegar a destruirnos si no logramos controlarla bien. 
Y no, no hablo de controlar nuestros impulsos, nuestras sensaciones o nuestras ganas, hablo de controlar nuestra capacidad para exigirnos por encima de nuestras posibilidades. 

En ocasiones el cuerpo habla y dice “stop”, y además, comienza haciéndolo de manera muy sutil para terminar por advertirnos lo que puede llegar si no actuamos. ¿Por qué nos empeñamos entonces en forzarnos hacia aquello que no podemos alcanzar?  Y matizo, ¿por qué nos empeñamos en forzarnos hacia aquello que quizás no podamos alcanzar hoy, pero sí mañana? Trato de explicaros con esto que no todos los días se tiene el mismo ánimo, ni las mismas ganas, tampoco la misma predisposición para conseguir lo que queremos. Pero esto no significa que no podamos, significa que necesitamos tiempo. Tiempo para interiorizar, para comprender y para materializar lo que queremos. Porque nosotros también necesitamos tiempo para estar con nosotros mismos, lejos de la exigencia y la auto exigencia, lejos de la necesidad y las decisiones. 

A veces, una buena decisión es menos buena si se toma sin ser meditada. No debemos culparnos por no tener los mejores días, también los necesitamos para comprender cuál es el punto de partida y cómo llegar al resultado que anhelamos. Y es en esos días, cuando aparecen las mejores personas, las que quizás no esperas, pero llegan. Las que pisan fuerte y no se ponen de perfil, las que te inspiran, las que te hacen ver que siempre puede llegar alguien mejor capaz de pintar una sonrisa inesperada. 

Supongo, que ese tipo de personas son lo más similar que existe a esa clase de libros que te enganchan y no quieres dejar de leer. Y permitidme además añadir, que, ese tipo de personas suelen aparecer precisamente en los días menos buenos para convertirlos en algo menos malos. 
 
Estoy segura entonces, de que esa clase de días con esa clase de personas son la combinación perfecta para conseguir algo:

“Un día de repente y por casualidad, llega alguien a tu vida y la reinicia”.

domingo, 20 de octubre de 2019

Y sonríe, siempre sonríe.

Un día de repente y por casualidad, llega alguien a tu vida y la reinicia. 
Lo hace de tal forma que apenas llegas apreciar cómo y de qué modo puede utilizar ese pequeño poder que no todo el mundo tiene. Que no es un poder cualquiera, ni que puedan utilizar otras personas contigo, es ese algo que da miedo y vértigo a la vez, es eso que te hace huir un día sin más explicación. Algo que se contagia, es esa risa que acorta la distancia entre dos personas. Son esas ganas, esa magia, es complicidad. Esa puta complicidad que no logras tener con nadie, que no te habías imaginado que existía, y que por momentos trastoca tu "desordenada" vida.

La complicidad. Sí, se trata de eso. 

No siempre es fácil plantarse y decir basta. No lo es, ni todos somos lo suficientemente fuertes como para hacerlo. Pero al llegar ese momento, y sin esperarlo, nos espera ese alguien a la vuelta de la esquina para plantarnos una dosis de realidad en toda la cara. Y quizás llegue para hacernos la vida un poco más fácil, o para complicarla algo más. Nunca se sabe. ¿Pero qué sucede si no se arriesga? No es que no se gane, es que tampoco se puede llegar a perder. 

Cuando te sientes vacío y perdido, cuando sientes que nada puede mejorar y de repente te sorprenden, es cuando llegas a plantearte dos cosas: 

1. Que nada es para siempre. 
2. Y que lo que parecía para siempre puede cambiar si no se cuida. 

Y os pregunto, ¿habéis sentido alguna vez esa extraña sensación de vacío? Es jodido, sí. Sobre todo porque echar de menos a alguien duele, pero siempre duele más pensar que algo no se intenta porque se prefiere huir. Y si se prefiere huir, dejad que huyan, están en su derecho de no querer que alguien les quiera de verdad, están en su derecho de no querer enamorarse. Esa es la delgada línea que recorre la frontera entre la complicidad y el peligro. Una vez más, aquí, hablando del amor

Y ante esto, sólo podría afirmar una cosa: 

"Cuando comprendas que la primera opción en tu vida siempre debes ser tú, habrás aprendido el real sentido de vivir en todos y cada uno de sus aspectos. Date la vuelta y no mires hacia atrás cuando no quieras algo. Y sonríe, siempre sonríe". 

Y es que la vida es así, no siempre estamos dispuestos a apostar al mismo tiempo ni con las mismas ganas, pero no te sirvas de excusas, sé claro y di: no quiero apostar por ti. 
En realidad, yo no sabría hacerlo de otro modo, porque apostar todo en la vida para alcanzar lo que quieres siempre es el camino para que te sigan las luces. 

Y realmente, sí, es eso, nunca sabes quién va a hacer tu vida diferente. 

No olvidéis, siempre es siempre.

domingo, 16 de diciembre de 2018

La vida es otra cosa.

A veces no todo el mundo te entiende. Y realmente, es normal que no todos puedan entenderte. Parecerse a los demás implicaría carecer de personalidad, y sinceramente, yo soy de las que prefiere no parecerse a nadie y tener mucho más de lo segundo. Es completamente respetable no querer tenerla y preferir llevarse bien con todo el mundo. Ojo, que no lo juzgo, tan sólo discrepo. 

Cuando estamos tan seguras de lo que queremos no hay nada que nos frene. Es por eso, quizás, por lo que el malestar de otros afecta menos. Quizás también tenga mucho que ver en eso que nuestra visión independiente de la vida nos acompañe y salga a flote, porque somos supervivientes del sistema. Y es esa supervivencia la que nos lleva a no esperar nada de nadie. Por eso, nosotros los supervivientes, tampoco queremos que los demás esperen de nosotros, ya que quien crea expectativas altas y no recibe lo que espera, tiene un problema. No dejéis que nadie, por tanto, os responsabilice de ver fracasar sus expectativas, porque son suyas, no vuestras. Vuestro camino lo habéis marcado vosotros, vuestra hoja de ruta es vuestra, y de nadie más. Cada apuesta, cada sueño y cada reto será vuestro. Si comenzáis a hacer vuestros los retos y las expectativas de los demás acabaréis haciendo lo que otros esperan de vosotros y no lo que realmente queréis hacer.

Ante esta tesitura, ¿es preferible estar o dejar pasar?
Valientemente me decantaría más por lo segundo. No se puede obligar a nadie a que esté a tu lado si no es feliz, hay ciertas cosas que no se mendigan.



En ocasiones no sé cómo canalizar tanta energía. A veces me brotan la fuerza y las ideas y me descompongo, me deshago a pedazos, me vengo abajo en un momento. Posiblemente esto tenga algo que ver con la imposibilidad de organizarlo todo de pronto, de poner orden al momento y de planificar cada historia. 

Cuando alguien espera de ti algo que no eres, o cuando pretende cambiar algo que es esencial en tu vida, sólo tienes un camino, y es el de pasar página y comenzar otro libro. Los libros marcan la vida de las personas, al menos a mí me sucede. Sucede que a veces llevo tiempo intentando comenzar una serie o un libro, pero siempre hay algo que lo imposibilita. Ese algo no proviene de nosotros, es algo así como una fuerza externa (aunque a algunos pueda provocaros la risa) que pone en el momento idóneo las palabras y las circunstancias adecuadas. Y esto sucede también con las personas. 
Hay libros que nos abren los ojos marcando con una historia bonita o simplemente especial nuestro camino; series que nos hacen cambiar el chip de la vida, de la nuestra y la general; y personas que simplemente nos hacen clic. 

Esto último, es la vida misma. 

Pero, ¿qué son las constantes caídas y la incapacidad de avanzar? ¿Qué son las trabas a nuestra supervivencia? ¿Qué son los momentos que dejan de ser especiales para convertirse simplemente en un momento más? Definitivamente, la vida es otra cosa. 

La vida es amor, la vida es valor, la vida es sueño, y tu vida, la tuya, eres tú misma. No dejes que nadie te la arrebate. No dejes que pretendan escribir tu hoja de ruta, que te instruyan en tu discurso, que modifiquen tu mensaje, que vulneren tus "tips", tú y tan sólo tú. 

viernes, 1 de abril de 2016

Parecíamos dos extraños.

Aquella noche, él estaba allí. Después de varios meses sin saber nada el uno del otro, volvimos a cruzarnos. Fue extraño, para él y para mí, sobre todo para mí porque no fui yo quien decidió poner un alto en el camino.
No era el día más adecuado para preguntarnos 'por qué' y por eso preferí no hacerlo. Pero en realidad, siempre es inevitable cuando alguien te importa, sobre todo cuando te importa más de lo que te gustaría. 

Mirarle me hacía daño, pero a la vez le extrañaba. Me sentí una extraña entre tanta gente, bebí para olvidar. 
Beber nunca es la solución a los problemas, menos aun cuando algo no depende sólo de nosotros. 

Un día me prometí a mí misma que olvidaría todo aquello que me hiciese daño; que lo guardaría en un cajón de retos superados; que lo haría invisible ante mi sonrisa, ante mis recuerdos. Hoy he tenido ese flash, ese maldito flash de recuerdos que impide que se borren del todo. 

Alguien me dijo hace no mucho: haz los planes para ti, y si puedes hacerlos con alguien mejor, pero nunca los hagas contra ti.
Pase lo que pase, a pesar de que alguien haga clic en tu vida, a pesar de que alguien te ayude y te enseñe a olvidar, jamás dejes de hacer los planes para ti. De no ser así, cualquier día, sin darte cuenta, te mirarás a la espejo y también tú sentirás una extraña ante ti misma. 

viernes, 4 de marzo de 2016

Excusas con fecha de caducidad.

A veces la vida nos devuelve lo mismo que en alguna ocasión nosotros le hemos entregado a otros. Qué digo a veces, en realidad siempre ocurre así. El karma tiene estas cosas, y pensamos "¡jodido karma, ha vuelto a ganarme la partida!". Aunque a decir verdad, en ocasiones pensamos que podemos engañarle, que por una vez no pasa nada, si no se va enterar, si total... que más da, sólo ha sido un beso, o una caricia, o un simple hola vía whatsapp... ¡Maldito whatsapp, malditas redes sociales! (eso nos da por pensar cuando nos damos cuenta de que lo que nosotros podemos hacer, es lo que la otra persona podría estarnos haciendo a nosotros mismos.)

Pero a decir verdad... hay una cosa que debemos tener clara:



Este tipo de cosas suceden cuando alguien nos tienta, nos provoca, y no es que únicamente lo intente, sino que lo consigue. Y cuando eso ocurre, ni pensamos, ni valoramos, ni equilibramos, solamente actuamos.



Los lamentos llegan después. Porque seamos sinceros, llegan. Siempre llegan. Y en ese momento, tenemos dos opciones: una, seguir haciendo lo que queremos, con los ojos cerrados, sin mirar, sin querer saber, sin investigar; o dos, plantarnos y decir "basta". Lo primero sucede cuando tenemos un colchón sobre el que tumbarnos, y lo segundo, cuando la situación acaba por irse de las manos de cualquiera y todo comienza a complicarse. Dependerá del momento, del contexto, de cada persona y de que cada situación el que acaben sucediendo una u otra de estas variables. Ni que decir tiene que el final es impensable, porque hay finales que nunca se pueden escribir por adelantado.

Y es ahí, cuando necesitaremos irnos al rincón de pensar. Sí, a pensar, solitos y sin influencias. Es ahí cuándo valoraremos dónde estamos, qué estamos haciendo, qué queremos, y si lo que estamos haciendo nos lleva a lo qué queremos ser.



Correcto, momentos después, pensamos: "la he cagado". Pero sí, acaba por ser tarde, porque no debemos arrepentirnos de aquello que hicimos ya que cuando lo llevamos a cabo era porque realmente era lo que queríamos. Y aquí entran en escena los reproches de nuestros amigos, los que nos quieren, los que tiran de nuestro brazo hasta rompernos una camisa cuando ven que vamos a liarla del todo. Pero ya no hay marcha atrás, nosotros estamos decididos a hacer lo que nos apetece, sin pensar, porque seamos sinceros: ¡no pensamos!. Y pasadas las semanas, alguien nos dice: "haz lo que quieras, pero mañana lloras". Y sí, acaba acertando, como siempre. Ese pepito grillo que todos tenemos cerca, que en vuestro caso podrá llamarse Marta, Cristina, Isabel, Rocío, Lucía... o como sea, y que en el mío se llama Ana.



Y cuando aparece la primera excusa, y después la segunda, y después la tercera... Es cuando acabamos por estar hasta las narices, y decimos: hasta aquí. Porque hay que excusas que sólo se dicen una vez. La canción dice que sólo se vive una vez, y eso acabamos por entender. Que las excusas tienen fecha de caducidad, y que el tiempo también lo tiene aunque no lo ponga en ninguna parte. En ese momento, comprendemos que desintoxicarse es aprender a tomar distancia. Desintoxicarse es vivir. Es aprender a ver las cosas con perspectiva y en perspectiva.  Y para eso, necesitamos una sola cosa: tomar mucho aire y sonreír.



Porque vivir es avanzar, tropezarse es aprender, y sólo avanzamos notablemente cuándo entendemos que el fracaso es aprendizaje, y que todos los caminos que llevan al éxito pasan por la tierra del fracaso, porque el fracaso, es simplemente un precio que debemos pagar para llegar al éxito. 

lunes, 22 de febrero de 2016

Hombre cobarde no conquista mujer bonita.

No existen los príncipes, ni azules, ni desteñidos.
Lo siento. Lo siento si acabas de enterarte de que llevan toda la vida engañándote, haciéndote creer que la vida es fácil, que las pelis se hacen realidad y que las historias que ves en el cine son las de la vida real. Siento desmontarte el cuento, y siento hacerlo en febrero, cuando el frío todavía apremia y algunos creéis que es mejor la compañía.



Pero, ¿de qué vais cuando al llegar la primavera decidís dejar a vuestras parejas para vivir el verano? ¿Acaso sabéis lo jodidamente difícil que es conocer a alguien con quien encajes de una santa vez? Alguien que te comprenda con tan sólo mirarte, alguien con quien no hagan falta las palabras porque las miradas hablan. Alguien  que asienta, que calla, que sueña, que vive, que piensa en nosotros. ¿De verdad os habéis parado a pensar que hay miles de personas ahí fuera que estarían deseando si quiera un atisbo de felicidad como la que vosotros aparentáis tener?

Muchos preferís subir a las redes sociales una foto de un beso, un abrazo, un te quiero con corazones. Lo hacéis para pasar el rato. En realidad, a esa conclusión llego después, cuando de la noche a la mañana dejáis de tener novios o novias y os dedicáis a "vivir la vida". No lo juzgo, pero, ¿acaso no vivíais la vida felizmente enamorados? ¿no érais libres? ¿no teníais lo que queríais?
Es que igual, la respuesta es no. Igual, la respuesta es NO porque no teníais lo que queríais ni estábais con alguien a quien queríais. Pero entonces, ¿qué se supone que habéis estado haciendo todo este tiempo, pasar el rato? ¿hacer perder el tiempo a los demás y perderlo vosotros mismos?

¿De verdad habéis hipotecado vuestra felicidad por la simple apariencia y por lo que otros esperasen? Estáis locos. Locos, pero sobre todo, ahora os sentís perdidos. Y os sentís perdidos, porque de golpe estáis desmontados. Ha sido un jaque mate. Jaque mate porque tenéis que pensar, primero en lo que sois, segundo en lo que queréis de verdad, y tercero en cómo vais a actuar por conseguirlo.
Ahora ya no valen las medias tintas, se supone que ahora toca ser valientes porque ahí fuera no vais a encontrar a ni una persona que crea que estar con un cobarde es poder alcanzar un mínimo vital de felicidad.

Llamadme rara. Debo ser yo la que pide y exige mucho, la que espera mucho, o quizás, la que directamente ya no espera nada. La vida es esto, romper esquemas, rehacerlos, construir algo arriesgando, apostando, conquistando... ¿Sabéis lo que es conquistar?

Sí, conquistar es eso. Conquistar es querer y dejarse querer, sin medias tintas, sin historias abiertas, sin historias a medias, sin puertas ni ventanas entre abiertas. O sí, o no, o todo o nada. No vale un sí un a medias, no vale un no pero sí, sí pero no... ¿de qué carajos sirve tal indecisión ante algo que es tan básico?



-¿Me quieres?
-Sí
-Perfecto.

-¿Me quieres tú a mí?
-No lo sé.
-Hasta siempre.

Fácil. Sí, lo sé, fácil desde la barrera. Pero es como lo veo, y no puedo andar con medias tintas. Lo veo fácil porque yo lo haría fácil. Matizo, lo haría fácil si quisiera a alguien, de no ser así, ni fácil ni complicado, directamente no lo haría. Eso también es saber ser valientes. Saber decir que no, que basta, que hasta luego, que no toca, que no tienes ganas... Saber decir la verdad a fin de cuentas.
Porque siendo así ahorraríamos tanto a tanta gente... tanto... que el karma jamás tendría que putearnos porque directamente no habríamos tenido que aprender esa lección.



Lo dicho... Hombre cobarde no conquista mujer bonita.