martes, 17 de diciembre de 2013

La compañía que extrañamos: Hasta siempre Lolo.


Hace aproximadamente un año y pocos meses, llegaba "Lola" a casa de mis abuelos. No, "Lola" no era una niña, ni siquiera una niña humana, se trataba de un gatito que poco a poco se iría ganando el cariño de todos nosotros. Y digo gatito, porque a pesar de que Marta la bautizó como Lola, al cabo de los meses, resultó ser Lolo. Yo siempre le dije a mis abuelos que Lola era una gata atrapada en un cuerpo de gato, de hecho, tardé semanas en llamarle Lolo, pero al final, acabé aceptando que era un gato y que se comportaba como tal.

He de confesaros algo, yo al principio no le hacía demasiado caso. Y es que Lolo (Lola por aquél entonces) era demasiado descarado y sin pedir permiso subía a los brazos de cualquiera. El animalito era tan confiado que persona que llegaba a casa de mis abuelos y se sentaba en su silla, persona a la que se le subía encima. Mi abuela lo metía dentro de una cajita de cartón, con una mantita y una almohada para que durmiera, y durante el día se pasaba las horas en el brasero, calentito. Marta jugaba con él al escondite, a las carreras... y era tan tan listo, que cuando me veía aparecer quería que jugase con él. Se escondía detrás de la maceta y cuando me tapaba los ojos, echaba a correr para ganarme. 

Pero Lolo fue creciendo, y mi abuela dejó de meterle en su camita para que durmiera resguardado. Comenzó a tener amigos; primero fueron las gallinas, con las que se peleaba en su propio corral, el gallo se le resistía, pero Lolo, que era el rey de la casa, continuaba queriendo expandir su imperio. Tomaba el sol cuando comenzaba a hacer buen tiempo, y después se echaba sus largas siestas. De un tiempo a esta parte se había vuelto más aburrido, pero seguía siendo tan bueno como siempre.

Mis abuelos le querían mucho, todos jugábamos con él, y si os soy tremendamente sincera, ha dejado un vacío considerable, como hasta el momento, ningún animal ha provocado en mí. Mis abuelos han tenido borregos con los que he jugado, patos, pollitos, y más gatos, pero Lolo es uno de esos animales especiales, que dejan huella, por todo lo que hemos vivido con él, por comprendernos tan bien, por hacernos reír y sobre todo, por sacar a mi abuelo sonrisas cuando quizás a otros nos resultaba más complicado. 
Cuando estudiaba en Madrid y llamaba a mis abuelos, siempre les preguntaba: "¿Y el Lolo, qué?" Y ya sabía que con eso, se le iba a plantar una sonrisa en la cara. 

Cuando hace una semana mi prima me dijo que Lolo ya se había ido al cielo de los gatos, por un momento pensé: ¿Por qué? Pero ya era tarde. En ese momento, se me pasaron muchos recuerdos por la mente a modo de flash back. Recuerdo las navidades del año pasado, a mi prima Olaya le daba pavor (ninguno entendemos por qué ya que Lolo era más bueno que el pan) y no pudo entrar el día de Nochevieja. Se asomaba por el hueco que había entre la ventana y la persiana, con una carita de pena... Pero no rechistaba, sabía que al rato, cuando todos volviéramos a nuestra casa, él volvería a estar en su sitio.

He querido escribir estas líneas porque considero importante que tengamos en cuenta algo, y es que los animales inofensivos existen para acompañar a las personas y para crear vínculos que quizás otros han dejado de llenar. Por eso no entiendo por qué hay personas que sin fundamento, deciden que llega la hora de matar, envenenar o dar una paliza a un gatito inofensivo. 

Lo importante, es que fue feliz, aunque nos hubiera gustado que por más tiempo. Lolo es de esa clase de gatos que dejan huella, y en mí, os aseguro que la ha dejado. Al menos, gracias a mi prima Marta, junto con Mini, pudo decirnos... 
Hasta siempre Lolo.

María Núñez.

lunes, 9 de diciembre de 2013

En tierra de nadie.

¿No os habéis sentido a veces como perdidos en un gran océano? 

Pues es algo parecido a lo que nos sucede cuando tratamos de ser nosotros mismos evitando los patrones de comportamiento que surgen a nuestro alrededor. Y no hay nada de malo en tratar de ser uno mismo, al contrario; pero lo cierto es que es más que probable que sin querer los demás nos juzguen porque no nos sumemos a lo que la mayoría entiende como "mejor".

Con el tiempo quien pensaba de nosotros tan sólo lo que aparentábamos ser se para a conocernos, y acaba cambiando su opinión al respecto. 

Me ha ocurrido muchas veces, y a día de hoy, muchos de los que pensaron de mí lo contrario a lo que era realmente, son hoy mis mejores amigos. Es por eso que el tiempo es sabio porque nos enseña lentamente lo que queríamos haber visto en tan sólo segundos. Y es que ya se sabe, que las prisas son malas consejeras, y sobre todo, cuando se trata de conocer a las personas.

Pero aun sintiéndome algo perdida a veces, no hay nada más reconfortante que tener un abuelo que me quiere tanto tanto tanto, como el mío a mi.



Moraleja del día: No se debe juzgar lo que no se conoce, corremos el riesgo de perder a personas importantes en nuestra vida.

Buenas noches, y dulces sueños. 

martes, 3 de diciembre de 2013

¡Qué no te entiendo!

Cuando sientes que poco te llena, personal y emocionalmente, que no hay nada que te enganche y que te haga dar lo mejor de ti, que no aparezca ese alguien que te haga replantearte un camino, un proyecto o un plan, piensas si tal vez ese alguien no exista. Es probable que sientas un vacío relativo que lleve implícito un vacío de sensaciones más allá de lo que se ve. Algo que no sabes definir, algo que te persigue aun cuando tratas de olvidarlo, pero aun así, la persecución continúa. En ese momento nos cuesta decidir porque no somos capaces de pensar y sentir al mismo tiempo. Tenemos recuerdos escondidos, deseos que tantas veces hemos pedido cuando casi llegaba el 1 de enero y comíamos las uvas de una en una, al ritmo de las campanadas, con el pie derecho hacia adelante, sin olvidar que cada uva era un deseo y con una prenda roja que no hacía falta enseñar... Quizás deseos tan parecidos, o no, a los que pedimos mientras cada año soplamos las velas sumando una más cuando pasan 365 días...

Y esa leve melodía que llevamos aquí dentro, y que dices: "¡Quítamela de la cabeza!". Esa, es la misma cantinela, la misma música, la que nos recuerda, la nos evade a otro mundo, la que nos depara a un deseo, la que nos hace imaginar lo que querríamos tener pero no tenemos. ¿Es quizás tan sólo un deseo o el leve espejismo de lo que construimos a diario mientras decidimos inconscientemente qué hacer con nuestra vida?



Sin duda, hay melodías que traspasan fronteras, que conforman un código simbólico que va más allá de lo establecido por una norma o la ley de un país determinado, algo que es transmitible aun sin conocer el idioma de quien tenemos enfrente... ¿Tienen los ríos un idioma concreto? No. Y en realidad traspasan cada día fronteras, recorren el mundo, conocen cada rincón del planeta... y comunican a todos los individuos lo mismo a través de un lenguaje universal. 

Para decir "Te quiero" no es imprescindible conocer todos los idiomas del mundo, basta con mirar a alguien a los ojos, y hacerle saber que eso que le diríais sin mirarle, y que no entendería, es el significado de una mirada que traspasa los límites que incluso un país impone a través de su código compartido: su lengua. Para decir "te quiero", basta con levantar la mirada, con poner una sonrisa o con dibujar cada día un camino compartido, entre vaivenes y horizontes. Basta, con demostrar que una imagen vale más que mil palabras y que las sonrisas no caen como agua de mayo... 

Cuando sientes que quieres a alguien, el mapa del mundo se desdibuja porque todo lo demás no importa, se funden "el aquí y el ahora, contigo pero no sin ti" y así... comienza la historia -que cada 31 de diciembre a las 12 menos un minuto, al son de las campanadas y entre uvas y champagne, acompañados de quiénes más nos quieren- deseamos alcanzar sin necesidad de hablar el mismo idioma. Cuando sientes que eso llega, el paso del tiempo ha dado paso a la oportunidad que sin saberlo, llamaba a la puerta, pero hasta el momento, no habíamos entendido su idioma, y por eso, ya no valen los "No te entiendo".

domingo, 1 de diciembre de 2013

Pasando página.

Me viene a la mente esa tarde, en la que por casualidad estuve en el lugar y momento adecuados para verle. Aunque, a decir verdad, nos habíamos conocido entre tambores y no lo recordaba... Fue cuestión de "unir los puntos del pasado" de los que hablaba Steve Jobs, y de los que ya os he hablado en alguna ocasión. El caso es, que aquella tarde de verano, o mejor dicho, de comienzos del verano, fue una de esas tardes en las que te sientes como en casa después de un largo viaje. Mi viaje había comenzado el día que me dieron las notas de selectividad, aquella mañana de junio de 2008, y le puse fin aquella tarde de junio de este mismo año cuando decidí que ya no haría más maletas porque comenzaba una nueva etapa en mi vida. Por eso volví a casa, y por eso, esa tarde de comienzos del verano, entre banderas multicolor y tambores en el centro de Badajoz, sentí que volvía a casa, por fin, a mi casa.
Los puntos y aparte marcan un antes y un después en la vida de quiénes los ponen. No quieren decir "hasta siempre", o en parte sí. Para decir un "hasta luego" ponemos punto y seguido, y para decir un "hasta nunca" ponemos punto final. 

A veces conocer a unas personas te lleva a conocer otras, y así continúa la "cadena de montaje" de nuestras vidas. De no haber estado ahí en ese lugar y ese día, en ese instante, no le habría conocido, y ahora, que ha pasado el tiempo y el ponemos punto y aparte a "esto", puedo decir que he aprendido algo y es que nunca elegimos como da lugar el transcurso de las cosas. No siempre ocurre lo que nos gustaría y no siempre lo que nos hubiera gustado hubiese sido lo mejor. Tampoco sé qué criterios tomar para definir qué es lo mejor, pero sí sé qué criterios elegir para determinar qué es lo que quiero.

Aun sin quererlo, estoy segura de haber marcado parte de su vida tanto como lo ha hecho él de la mía. No puedo contaros nada malo, simplemente que somos tan diferentes que hemos podido reír juntos, divertirnos y al mismo tiempo hasta tener alguna de esas pequeñas broncas por pensar diferente. Estoy segura además, de que esto es el comienzo de otra etapa que en parte necesitaba, porque sin quererlo, llevaba tiempo esperando este momento.


¿Nunca habéis tenido esa extraña sensación de saber que no podéis seguir con algo pero que os cuesta dejar atrás esa parte de vuestra vida? Aunque quizás esa parte de vuestra vida no haya sido más que un punto más del firmamento, pero que ha marcado y que por eso brilla, y que por esa misma razón siempre va a existir el recuerdo. Ha llegado el momento de pasar página de este libro, a veces las páginas se alargan, y en otras ocasiones duran en nuestras manos lo que queramos que duren... Dependen de lo que nos interese, o de lo que podamos sentir, o quizás de las ganas de equilibrio o estabilidad que tengamos... Menuda paradoja, cuando más te gusta un libro antes lo lees, y antes lo acabas. Pero cuando más te gusta una persona, más lento quieres que pase el tiempo con ella y más te deparas en cada página... Pero así es la vida, un cúmulo de circunstancias que no se esperan, de personas que te sorprenden... y una te lleva a otra, y nunca sabes con quien te puedes encontrar. El mundo es grande, pero a la vez pequeño, y como decía Marc Levy en uno de sus libros: Las casualidades no existen. 



Por eso, ni es casualidad que os cuente todo esto, ni es casualidad que os hable de tambores, ni del verano, ni que precisamente esto suceda antes de acabar el año... Los recuerdos son bonitos, siempre servirán para pintarme una sonrisa en la cara acordándome de cenas que alguien me debe o de largas conversaciones de madrugada. Estoy y estaré aquí, cerramos un página en este libro, pero comienzo un nuevo libro. Comienzo a escribir mi propia historia.