domingo, 22 de noviembre de 2015

Un zombie a la intemperie.

En ocasiones somos incapaces de mirar en perspectiva, bien por un bloqueo puntual o por no ser capaces de cambiar de nosotros una actitud que llevamos tiempo arrastrando y que en realidad no nos gusta ni nos hace bien. 

Realmente todo está en la mente, o eso dicen. Todo está en el lugar más peligroso y a la vez poderoso con el que contamos, nuestra cabecita. 

Un bloqueo no ayuda a olvidar, ni siquiera a veces ayuda a recordar, ni mucho menos a ver las cosas con total solidez y transparencia. Cuando te bloqueas te acuerdas más de tu ex, de lo mal o regular que llegaste a pasarlo, de los motivos por los que no crees en nadie o en casi nadie, y recuerdas por qué decidiste un día embarcarte en una aventura de la que solamente tú llevases las riendas. 

Angustia, tensión, desconcierto, desacierto, ese es el cúmulo de sentimientos que acaban por concentrarse cuando piensas que nada puede ir peor. Y realmente, cuando algo no puede ir peor, va, porque llega ese terrible momento en que te paras a pensar que realmente sigues queriendo a esa persona en la que sigues sin saber qué ves pero que simplemente la quieres. 

Aunque pase el tiempo, aunque se pare el mundo, le quieres y punto. 

Pero en cierto modo, todo acaba por pasar y por dar vuelta a la hoja. Y cuando llega ese instante, por fin comprendes por qué no, y por qué faltaba esa pizca de todo que hacía incompleto el puzzle. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

Quedarán los versos y los porqués.

Aún intento asimilar que aquella noche fue real.
Desde lejos, te escuchamos, vibramos contigo, fuimos felices... Infinidad de recuerdos comenzaban a golpearme, recuerdos nuestros, míos, de todos. La vida es eso, un cúmulo de momentos y de recuerdos encontrados.

Hoy voy a ser breve, poco más puedo añadir a este extraño sentimiento de felicidad amarga que me persigue.




Desde cuándo te estaré esperando, por ti, yo volví por ti, pero no te vi, si no estás sólo soy un zombie a la intemperie looking for paradise. Porque aquello que me diste, me hizo comprender, que la música no se toca. A que no me dejas, qué sabes tú, y qué sé yo...
Son tan fuertes tus miradas...

Y allí, entre la multitud, de nuevo entendí que nada sucede por casualidad, y que entre toda esta vorágine de sentimientos, sólo me queda pensar que pasarás, más tarde o más temprano, pasarás, porque todo pasa y todo queda.

Pasaréis, pasarán los tiempos, se irán los momentos, ya lo veréis... 
Pasarán los imperios, las guerras, los besos y dónde miréis... 
Quedarán los veros y los porqués,  recuérdalo...  esta canción, la música no se toca. 

jueves, 24 de septiembre de 2015

Comprendí.

El material del cual están hechos los sueños no envejece. 

Comprendí que nadie puede obligarnos a querer o dejar de querer a alguien, que ni siquiera nosotros mismos podemos hacerlo. Pero realmente, lo que sí podemos hacer es decidir cuándo queremos empezar a cambiar nuestro rumbo para poder cambiar nuestra mente. 
La mente es compleja, está repleta de entresijos inentendibles, a veces incluso difíciles para nosotros mismos.
La experiencia me dice que solamente cuándo nosotros queramos podremos hacerlo. Con esto quiero decir que hasta que nosotros mismos no digamos basta, pero de verdad, no podremos alcanzar lo que nos proponemos.

En ocasiones pensamos que queremos a alguien por encima de nuestras posibilidades. Consideramos que no hay amor más puro y más sincero que el que sentimos. Vivimos con intensidad cada instante, cada momento, incluso cada recuerdo. Y en esa vorágine de sentimientos no alcanzamos a ver más que la cima de un iceberg que supone un cúmulo de obstáculos para nosotros. 
Decir basta supone romper de raíz con todo, decir basta supone decir adiós o hasta siempre, decir basta supone no soltar ni una sola lágrima más por alguien que no puede sentir lo mismo que nosotros. 
No les culpéis, no culpéis a quien no sienta lo mismo que vosotros porque realmente no han tenido la oportunidad de olvidar algo de su pasado que les presiona, les obstruye y les impide ser como les gustaría.
Tan sólo preocupaos por lo que sois vosotros mismos, por lo que queréis ser y por todo aquello que queréis vivir.

La vida es cuestión de momentos, quizás no era el camino, ni el momento, ni la persona, porque aunque penséis que lo es, pasado el tiempo comprobaréis que probablemente necesitabais conoceros a vosotros mismos para saber todo aquello que podéis llegar a conseguir.

Los sueños se persiguen y las realidades se alcanzan. Somos nosotros quienes decidimos cuándo, dónde, cómo y por qué. Sentirse preparado es sentirse capaz de decir adiós aunque lo que se quiera decir es un 'hasta pronto'. Sentirse preparado es sentirse capaz de decir gracias, de decir hasta siempre. Sentirse preparado es decidir que no quieres sufrir más, y es tan digno, tan valiente y tan entendible como querer seguir intentando algo con alguien que consideras que puede ser el único amor de tu vida. 


María.

lunes, 1 de junio de 2015

Impotencia.

Impotencia. Eso es lo que se siente cuando algo se escapa de tu alcance.
Sentimos impotencia cuándo no depende de nosotros que una situación sea favorable o no. Y la sentimos, ante la extraña necesidad que tenemos los seres humanos de sentir satisfacción plena cuando perseguimos un sueño, sea del tipo que sea. 

Millones de veces habréis escuchado eso de: "Nadie dijo que esto fuera fácil", "Lo imposible sólo tarda un poco más", "Al final ha merecido la pena"... 

Y yo os pregunto, ¿y qué? ¿Y qué más tiene que pasar para que aquello que queremos se convierta en la realidad del día a día? Porque en ocasiones, sé de sobra que, no hay respuestas para todas nuestras preguntas.

Dicen que todo pasa por algo, que cuando algo se acaba es por algo, que cuando algo no sale en un momento determinado también lo es, que cuando tomas una decisión acabas entendiéndola cuando vas uniendo los puntos del pasado... Pero siempre te queda esa duda al pensar ¿y qué habría pasado si...? 

Un buen amigo me dijo hace unas horas que no debemos preocuparnos de aquello que no está a nuestro alcance. Tiene razón, pero realmente cuando algo es importante, acaba por preocuparnos aun cuando nosotros mismos no podemos tomar partido en la decisión final. 


martes, 14 de abril de 2015

Por muy lejos que estés.

Por muy lejos que estés, por muy tarde que llegues, por muy mal que te portes, ahora mismo mi cabeza sigue dando órdenes al corazón para que te olvide. 
Es esa jodida sensación de echarte de menos lo que me angustia, y lo más doloroso, es que me prometí a mí misma que jamás, que nunca más, volvería a fallarme. Y mírame, de nuevo, jodida. 

Hace unos meses me propuse cambiar muchas cosas, pero sobre todo, volver a quererme por encima de todas las cosas. Creía que lo había logrado, de verdad, lo pensaba, pero de repente apareciste tú aquella tarde para romperme los esquemas. 

En un primer momento mi paso no era firme, incluso diría que el tuyo era bastante más firme y convencido que el mío. Aunque, sí, espera, debes estar pensando que fui yo quien dio el primer paso. ¿Sabes por qué? Realmente vi algo en ti que me hizo creer que podías ser distinto, que verdaderamente lo eras. Y es que realmente, lo eras, eras tan diferente a los demás, tan parecido a mí y tan distinto a la vez, que comencé a engancharme casi sin percatarme de nada. 
Ahora cada recuerdo acaba por ser desconsolador. Por momentos me gustaría no tener memoria para no acordarme de todo esto. Para mi no es fácil conocer a alguien con quien congeniar a la perfección casi sin conocerle; no es fácil (aunque no lo creas) ser escasamente reservada y contar mi vida a modo de novela; ni siquiera es fácil borrarte de mi vida sin más. 

Pasan las horas y me cuesta, y realmente me cuesta porque me importas bastante. El hecho de que me importes no te exime de que me merezca alguna explicación si algún día decides volver. Aunque si te soy sincera, ya no te preguntaría por qué has ido, sino porque vuelves, en el hipotético caso de que lo hicieras. 



Hoy, después de semanas me he atrevido a ser sincera conmigo misma. Creo que te quiero, realmente, te quiero, y es por eso por lo que todo esto me duele y llega a decepcionarme. 
Aquella noche, hace unos días, te miré pensando que llevaba semanas sin verte, y que realmente, por alguna razón teníamos que volver a encontrarnos, en ese estado, en aquel lugar y en ese preciso momento.
Tú fuiste sincero, yo nunca he dejado de serlo cuando se trataba de nosotros. 
No es momento de reproducir la conversación tal y como sucedió, pero te aseguro -aunque no sé si me lees-, que no se me ha olvidado ni una sola palabra de todo lo que nos dijimos aquella noche. 

Me hubiera encantado continuar acertando contigo, a tu lado, aunque realmente, si te soy sincera, más me hubiera gustado estar a tu lado para que pudiésemos equivocarnos juntos y que juntos, del mismo modo, pudiéramos seguir aprendiendo a superar cada reto, apostar por cada objetivo y superar cada obstáculo. 

Recuerda, elegir no es más que escoger un camino que nos llevará a caminos infinitos. 
Tú has elegido, y creo, que de manera clara y aunque me cueste, yo también he comenzado a hacerlo.

martes, 7 de abril de 2015

Viajeros al tren, última llamada.


La última llamada del tren le hizo reflexionar. Cogió su maleta y se adentró en aquel vagón del que sabía muy poco. Al cabo de unas horas comenzó a sentirse como en casa.
El traqueteo de las vías hizo que su única preocupación fuese descubrir cuántas gamas de color verde lucían sobre aquellos campos.
Al principio se sentía insegura, algo desanimada quizás. No lograba saber si se estaba equivocando, si remontaría, si aquella aventura podría resultar alentadora. Y es que, de nuevo, su inseguridad palpitaba cuando el túnel comenzaba a acercarse en el camino.

Hay veces en las que el final del túnel queda muy lejano; no alcanzamos a ver la luz verde, ni siquiera la blanca. Y cuando estamos a punto de rendirnos es cuando menos nos queda para alcanzar el éxito. Por las pequeñas cosas acabamos dándonos cuenta de que nada hubiera sido posible sin los baches, sin esas rachas en las que todo parecía imposible pero lográbamos que fuese todo lo contrario.
Quizás sea porque lo imposible sólo tarda un poco más, y quizás por eso mismo el éxito acabe siendo posible.

Cuando nadie cree en nosotros podemos llegar a frustrarnos; o por el contrario, podemos llegar a creer en nosotros mismos con más ganas que nunca. Porque cuando los demás dan por sentado que no alcanzaremos algo es cuando más fuertes vamos a sentirnos, al pensar que únicamente debemos confiar en lo que somos y en aquello en lo que nos podemos convertir.
Por eso dicen que no hay mayor fuerza para alcanzar una meta que la de creer en uno mismo. Y por eso mismo, nunca debes olvidar que si no te tienes a ti mismo jamás podrás tener a nadie.


El viaje en tren continuaba, habían alcanzado a superar laderas y la niebla de las altas montañas. Y aun así, ella no dejó de creer en sí misma ni un sólo instante. Ni siquiera por momentos se planteó aquello de rendirse, porque de haberlo hecho, se estaría traicionando a sí misma.



Y al otro lado, en cualquier tren y dirigiéndose a cualquier camino, se encontraba él. 
Con él lograba ver la luz al final del túnel, esa luz que sin saberlo comenzó siendo tenue y poco a poco fue alcanzando su color. No fue fácil, de hecho, sigue sin ser fácil, pero si de algo está convencida es de saber lo que quiere, y aunque le cueste, seguirá persiguiendo lo que parece imposible para hacerlo posible. 

lunes, 30 de marzo de 2015

¿Sabes echarle de menos?

La realidad es que ella le quería, pero realmente, no quería quererle. Quererle suponía sentir la carga de sus sentimientos sobre sus hombros cada día; quererle suponía abandonar la falsa idea de "vivir el momento", de sentir que cada día era el único. Porque sinceramente, cada día deja de ser único cuando esa persona con la que quieres estar, deja de estar. Y esto sucede, porque en realidad, cuando quieres a alguien, la idea de pensar que el momento no es siempre, te hace abandonar el reto de aprender a quererle sin extrañarle.

Cuando sabes que quieres a alguien pero no lo asumes, acabas por darte cuenta de que no es a los demás a quiénes engañas, sino a ti mismo cada día. Te avergüenzas de sentir celos, de echarle de menos, te inventas una y mil historias para parecer sincera contigo misma, incluso, para parecerlo con los demás. Pero una vez que pones lo pies en la tierra, y asumes ese riesgo, tratas de concebir la realidad: y es que querer no es más que un sentimiento compartido cuando la otra persona también lo siente. 


El miedo se apodera lo que se siente, de lo que se piensa, de lo que sucede y de lo que no sucede. Porque a veces, las personas no sólo no somos capaces de vivir el momento sino que llegamos a impedir que otros puedan comenzar a vivirlo. Y es en el sacrificio de esa renuncia a vivir el momento, donde la suerte te acaba premiando por ello. 

Ser capaz de vivir no es más que ser capaz de ser uno mismo, sin saber qué es lo que otros esperan de ti, simplemente, teniendo la seguridad de que siendo uno mismo podrás no dejar escapar ni una sola oportunidad que merezca la alegría. 

Cansada de escuchar que todo es "cuestión de tiempo", una vez más decidió salir a tomar el sol. Aunque a decir  verdad, no estaba muy convencida de ello, sentía que por momentos le había vuelto a tener cerca, lo suficiente, como para volver a sentir que sabía lo que era echarle de menos. 

viernes, 27 de marzo de 2015

Quiérete, valórate y déjate querer. En ese orden.

Tendida en la cama observaba cada detalle de su habitación. La cabeza le daba vueltas al recordar una y otra vez aquella conversación que pensaba que había sido la definitiva. 

Aquella mañana había sentido la extraña sensación de tenerle muy cerca pero a la vez lo suficientemente lejos como para no volver a verle. No era él quien decidía en ese momento, sino ella, guiada por cada recuerdo, quien pausada, le explicaba con la voz entrecortada que no podía ser su amiga porque realmente algo le quería.




"No puedo ser tu amiga, le dijo ella." Mientras, él asentía, sin entender muy bien qué había sucedido.
La conversación dio un giro, sin reproches y con calma, ella le aseguraba que no era cuestión de palabras, sino de sensaciones. Y realmente, era esa sensación eterna de esperar algo que no acababa de llegar, lo que la tenía angustiada, nerviosa e inquieta.

Se había acostumbrado a escucharle, a leerle, a sentirle cerca. Incluso, por momentos se había hecho a aquella situación de incertidumbre que le deparaba cada día, sin saber qué sucedería al día siguiente. Los instantes que pasaban juntos se habían convertido en un tiempo infinito, y los que no pasaban juntos, tan sólo en un mal recuerdo del que ella quería deshacerse.

Quizás pueda sonar exagerado el hecho de recordar con tanta intensidad a alguien que conocía desde hacía tan poco tiempo. Pero no fue el tiempo lo que la hizo volver a pensar si había hecho lo correcto, sino esa extraña sensación que nos invade cuando sentimos que perdemos algo que ni siquiera hemos llegado a tener del todo.

La vida, como en los cuentos, siempre acaba por sorprenderlos. Ella miraba el reloj, a la espera de un mensaje, una llamada o un simple hola. Llegó a pensar que no volvería a escucharle, a la vez que se sentía segura de sí misma por haber llegado a comprender que antes de querer a los demás, es imprescindible saber quererse a sí mismos.




domingo, 22 de marzo de 2015

Grita conmigo: Mi apuesta eres tú.

Cansada de esperar ante las agujas de un reloj que parecía haber parado el tiempo, se dispuso a cerrar la maleta.
Ni siquiera el tiempo había conseguido calmar aquella tormenta de sensaciones que la embaucaba. Qué complicadas son las personas, pensaba. Y si se trata de hombres... si se trata de hombres no es posible ni siquiera hablar de complicaciones sino de manual de instrucciones. 



Ella se había comprometido consigo misma a que la "próxima vez" sería capaz de afrontar cada reto, saltar cada barrera y derribar cada muro. Y realmente, se sentía frustrada ante la extraña incapacidad de no poder lograr del todo ninguna de las tres cosas. 
Frustrada quizás por la impotencia de saber que no era por ella por lo que "aquello" no funcionaba, sino por la necesidad de otros de buscar motivos para que nunca acabase la partida de ajedrez, se disponía a abandonar aquella historia que se había convertido en un puzle en el que las piezas no encajaban.
Hasta el momento no se había atrevido a hacerlo, pero ese día, en ese instante, se sentía capaz de poder decidir sobre el futuro incierto que se disponía a tocarle a la puerta.

Harta de las puertas entreabiertas, de las historias abiertas, de la cobardía enmascarada, y de otras tantas millones de excusas, se prometió a sí misma que a partir de ese instante sólo sería apta para valientes.
No volvería a entregarse a una historia en la que el otro protagonista no le dijese claramente: “mi apuesta eres tú”.
Pensó las cientos de veces que por momentos le hubiera gustado ser de otra manera, a la vez que con paso decidido, acababa por entender, que de nuevo, la vida le estaba dando una nueva oportunidad para conocerse a sí misma. Una nueva oportunidad en la que podría aprender otra novedosa lección, que como la de todo cuento, acaba marcando y enseñándonos algo nuevo.

Y entre tanta promesa incumplida, quería prometerse a ella misma algo realmente importante: la necesidad de no volver a fallarse jamás, porque si algo duele aparte de que te fallen los demás, es haberse fallado a una misma en repetidas ocasiones.

Moraleja: No entregues todo a alguien que no te demuestre claramente que su apuesta eres tú.



lunes, 9 de marzo de 2015

Tiempo.

Cansada de escuchar que todo es una cuestión de tiempo, se introdujo en aquel vagón que no sabía muy bien hacia donde la conduciría. La vida siempre es riesgo, y en aquel momento también decidió desafiar al destino mientras tentaba a la suerte. Durante el viaje se vislumbraban campos verdes sobre los que se reflejaba el sol, haciendo más intenso ese color que a veces parece de cuento. Las noches eran más frías, algo solitarias en ocasiones, y más oscuras, sin duda, más oscuras. 

No sabía muy bien qué decir, ni qué hacer, todo estaba algo oscuro, y era en esa oscuridad donde ella se sentía vulnerable ante el fracaso. Temer al fracaso es algo habitual cuando alguien nos transmite inseguridad. El miedo se apodera de nuestra capacidad de control, de los planes, de los días soleados, de la luz que hacía unos días podías ver y que ahora no encuentras... Todo eso es temer al fracaso. 

Dicen que los días oscuros son pocos en comparación a los momentos con luz, pero por momentos, llego a dudarlo. Esta extraña sensación de perder algo se vuelve a apoderar de la mente, llegando a convencernos de que todo está perdido. Este miedo parece de inevitable captura cuándo un día se tuerce, cuándo parece que todo sale mal, cuándo nos repetimos una y otra vez, por qué de nuevo a nosotros... Y nos preguntamos ¿qué estoy haciendo mal? Quizás no sea tu culpa amiga, y quizás no sea tu problema, pero realmente, si estás aprendiendo a querer a alguien, sus miedos acaban por ser también tuyos. 

Quiénes me conocéis sabéis que para mí, hablar de trenes es como hablar de oportunidades. 
Ella ese día se subió a ese tren, algo le decía que tenía que aprovechar ese instante, ese preciso instante, para darse una oportunidad a sí misma. Se la merecía, ¿y por qué no arriesgar? Cuando se arriesga, unas veces se gana y otras no. ¿Habrá ganado? De momento el viaje no ha concluido, aunque el miedo, esa extraña sensación que no se ve, pero que se siente, continua presente.

lunes, 23 de febrero de 2015

La mitad del cuento.

Como un piano en soledad cuando deja de sonar, así se sentía ella. 
La implacable brisa de aquella tarde de invierno sacudía levemente sobre sus mejillas. No era el silencio lo que le asustaba, sino la soledad de las palabras que cobraban vida por la intensidad con la que se pronunciaban. 

Llevaba semanas esperando aquella tenue conversación que no había imaginado tan pronto. Por momentos la inseguridad la rodeaba para advertirla de que debía tener clara una cosa: que ella era la única que decía si quería continuar el camino o no. 

Nada es predecible cuando la vida pone en tu camino a alguien que es de otro planeta. El 2015 se había antojado complicado en sus comienzos, y cuando casi estaba terminando el mes de febrero, parecía algo más negro que cuando daban esas doce campanadas. 

¿Elegiste tú estar allí y en aquél preciso instante? Tampoco ella creía haberlo hecho, pero lo cierto, es que fuiste tú y sólo tú, quien supo darle luz a esos días oscuros del mes de diciembre, a esas noches frías del comienzo de enero... 

Las decisiones colman el tiempo y el camino en la vida de las personas, a veces no hay más decisión posible que la que se toma, y en otras ocasiones, hay tantas, que acabamos por aferrarnos a la menos complicada. 

El camino sigue abierto, multitud de senderos parten de él, pero sólo contemplo uno posible.