domingo, 14 de febrero de 2010

Carnavales... ¿dónde están los Carnavales de verdad?

Ya ha acabado el Carnaval... y siento que aun no ha empezado. Nada es como antes. Ni las comparsas, y bueno, las murgas... echo de menos la mía la verdad. Es bastante gratificante emplear parte de tu tiempo en ensayar, tener discusiones, noches de risa, aunque también de llanto, y tantas y tantas historias para que en un fin de semana puedan plasmarse todos esos sentimientos que quiénes hemos "mamado" de esto, tenemos hacia nuestro tan querido y apreciado Carnaval.

Las dos veces que pude salir con la murga, traté de disfrutar al máximo, y lo hice. Lo hice en el escenario, en cada bar cantando (o intentádolo porque siempre me quedo afónica), lo hice en cada cena, comida... Siempre había una excusa para sacar la guitarra y ponerse a tocar, siempre había una excusa para comer con cualquier murga y ponernos a cantar, siempre había excusas para compartir parte de nuestro tiempo con los demás.

Siento que el Carnaval ha pasado a mejor vida, pero lo tengo en mi recuerdo, tanto como tengo a mi Abuelito (¡TE ADORO!). Las comparsas nada tienen que ver con las de antes, aunque éstas pongan empeño, nunca podrán compararse: ni sus bailes, ni sus ritmos, ni sus ganas, ni su esfuerzo... ni siquiera sus noches de frío en un polígono vacío, pero dónde de vez en cuando se cruzaba más de una comparsa.

Recuerdo la mía, ¡qué grandes fuimos! Los Watussis marcaron un antes y un después en la historia del Carnaval. Fueron quiénes trajeron el Carnaval...y también quiénes se lo llevaron. Qué pena. En definitiva, es una pena. Y es una pena, porque la gente de mi pueblo ha querido que sea así, aunque creo, que en sus cabezas también estarán esas tamboradas, pregones, entierros de la sardina, asentadas en el Pacore hasta las tantas, y los ruído y lo ritmos de tambores que tenían un nombre: Watussis. Decir Watussis es decir CARNAVAL.

Ayer, eran las 2 de la madrugada cuando me venía a casa. ¿Triste verdad? Pues sí, pero ¿sabéis qué? Estaba amargada. Y estaba amargada viendo en lo que se había convertido la fecha más significativa y esperada del año para mí. Viendo que se había convertido en un botellón, dónde los 0 grados llevaban la voz cantante y dónde no se oía ni un solo tambor a las 11 de la noche. ¿Eso es Carnaval? Eso... no tiene ni nombre. La única diferencia que había a un sábado normal, es que no había coches en el botellón, que había un DJ, que el botellón era en el paseo, y que la gente iba disfrazada, lo demás, era TODO igual. Un Carnaval vacío, un Carnaval pobre, sin colorido... un Carnaval dónde la ilusión no era el plato fuerte, porque ya se había desvanecido.

Los Carnavales quedarán en mi recuerdo, y por eso ayer me vine a casa tan temprano; porque preferí recordar al Carnaval tal y como lo conocí, a quedarme allí, con frío, sin ganas, y sin tambores, para aparentar un estado de ánimo que no tenía: La alegría. Estaba triste, y mucho, estaba triste, porque nada volverá a ser como antes, y porque las cosas cada vez están peor, y mucho me temo que puedan arreglarse.

Tengo ideas, muchas ideas, pero pocos que quieran escuchar.

Esta es mi crítica del fin de semana. El fin de semana más esperado del año... y el que más me ha decepcionado. Carnaval... tú no tienes la culpa, ellos te echaron, y tú, tan obediente, te marchaste.

María Núñez.