jueves, 13 de marzo de 2014

Hay cosas que no cambian.


Pasan los días, y así ha pasado este último mes lleno de color, alegría, disfraces, acordes de guitarra y canciones de libertad. Entre viaje y viaje de Olivenza a Badajoz y de Badajoz a Olivenza, siempre me da por pensar; supongo que es inevitable, sobre todo cuando voy sola. Son 24 kilómetros en los que me da por darle vueltas a todo, por imaginarme momentos, por aventurarme en historias que no siempre llegan a buen puerto, otras que se quedan a medias y otras que continúan sin rumbo fijo. En uno de esos últimos viajes recordaba parte de mi infancia, y sobre todo, pensaba en todo lo que me había ocurrido este último año. Si bien es cierto que el 2013 me cambió la vida por todos los cambios que con él llegaron, tenía claras esperanzas de este 2014, año por el que apostaba cuando acababa el mes de diciembre.

Tenía claro que mi manera de ver la vida y sobre todo de disfrutarla se estaba quedando obsoleta, y por eso, antes de acabar 2013, decidí comenzar a romper con todo aquello que me estaba haciendo infeliz y que me impedía desarrollarme como persona. Así lo hice con algo que hasta el momento me había alegrado la vida (aunque en ocasiones también me había hecho replantearme si era el lugar donde podía y quería estar) y sí, me refiero a la política. Siempre digo y siempre diré que lo mejor que me llevo de ella son los amigos que tengo, al margen de que la frecuencia con la que nos veamos ahora será más larga, sé y saben, que aquí estoy y aquí estaré. Rompí con cosas y personas que me hacían daño, que me perjudicaban más del bien que me hacían, y entre tantas y tantas decisiones, fui encontrando el camino para disfrutar de cada instante como si fuera el último. 

Y es ahí, donde empecé a sentir que la vida podía ser diferente dependiendo de la perspectiva desde la que se mira. Sentí que la perspectiva tenía que ser diferente para que mi vida también lo fuera. Y entre todas estas decisiones, y el ver que mi tío precisamente era quien me daba ánimos o me llamaba loca cuando le contaba mis hazañas de la noche anterior, comencé a sentir que la vida es como un Mardi Gras. Por eso trato de no quedarme con nada dentro, trato de sentir que cada segundo merece la pena y trato de vivirlo así. Porque, ¿qué necesidad de tenemos de estar dónde no queremos? ¿Qué necesidad tenemos de hacer aquello que ya no nos motiva, aquello que más allá de hacernos sentir libres, nos hace sentir presos de algo que parece que no hemos elegido? No tiene sentido que dejemos que sean los demás quienes decidan por nosotros, al igual que Gallardón no tiene derecho a decidir por las mujeres ni la Iglesia tiene derecho a imponernos su dictamen o su moral conservadora. La verdad nos hace libres, por eso yo he elegido esa parte del camino que en los cuentos aparece con una persona andando, en ocasiones aparentemente sola, con una mochila a cuestas. 

Hoy hace una semana que mi tío continuaba su camino, y tan sólo hace 10 días que entre nervios y algo de sueño yo terminaba mi disfraz para el lunes de Carnaval. Y es que, a pesar de que el último mes ha sido sin duda uno de los mejores de mi vida, no siempre somos felices en todo, y he tratado de compaginar todas esas cosas con algo tan triste como es perder a una de las personas que más quieres. 

Morajela: No dejes que nadie te imponga nada, sé libre y sólo así podrás ser feliz.

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