viernes, 15 de marzo de 2013

Hay heridas...

Vengo observando desde hace unos días una herida que tenía en la mano. No viene a cuento contar como me la hice, sólo diré que fue un accidente. 

En el momento en que me dí el golpe nadie entendía por qué me dolía tanto pues no se veía nada. Y si os paráis a pensar, eso es lo que nos sucede cuando alguien nos hace daño pero no asumimos que verdaderamente sentimos algo como para que ese daño pueda llegar a producirse. Pues bien, la herida evoluciona al igual que lo hacen nuestros sentimientos, nuestros estados de ánimo y nuestras relaciones con los demás. Cuando está ahí nos recuerda que algo nos ha pasado, que tengamos cuidado, que no volvamos a tropezar en la misma piedra y en el mismo lugar. Y si os fijáis, es lo que constantemente nos ocurre cuando una persona nos ha hecho daño. Nuestra cabeza actúa como coraza de nuestro corazón; la frialdad frente a la debilidad, la dureza frente al sentimentalismo. 

Cuando la herida es visible, la gente nos cree, y es ahí cuando nos pregunta qué ha sucedido. Es ahí, en ese momento exacto, pero no antes. A medida que pasan los días y la herida se cura, la cicatriz va cerrando paso del mismo modo que lo hace el tiempo cuando tratamos de olvidarnos de alguien en concreto. No obstante, hay personas tan sumamente especiales, que aunque el tiempo pase van a estar presentes. Y lo mismo ocurre con las heridas que más que ser físicas son psicológicas e internas, y es que las apariencias engañan, y algunas parecen haber salido de la carrera de interpretación.

Todos alguna vez hemos hecho el papel de nuestras vidas tratando de negar lo evidente. Todos alguna vez hemos pretendido engañarnos a nosotros mismos y a los demás para no caer en más complicaciones. Todos alguna vez, por momentos, hemos dejado de ser nosotros mismos para dar una sensación de tranquilidad... Y es que todos, en algún momento hemos tenido miedo a perder algo sin ni siquiera haberlo tenido, y es eso lo que nos ha llevado a negar lo que todos sabían que existía, todos, menos él.

Hoy puedo decir que lo que veo ahora es una cicatriz, aunque todavía duele y dolerá unos días más. Cuando pasen unas semanas habrá algo que me recordará que no todo vale, y me bastará con mirar lo que queda de esa herida para saber que aunque duela, una verdad a tiempo es menos dolorosa que una mentira en el tiempo.

Sed felices, o al menos, intentad serlo.

María. 

No hay comentarios: