domingo, 22 de marzo de 2015

Grita conmigo: Mi apuesta eres tú.

Cansada de esperar ante las agujas de un reloj que parecía haber parado el tiempo, se dispuso a cerrar la maleta.
Ni siquiera el tiempo había conseguido calmar aquella tormenta de sensaciones que la embaucaba. Qué complicadas son las personas, pensaba. Y si se trata de hombres... si se trata de hombres no es posible ni siquiera hablar de complicaciones sino de manual de instrucciones. 



Ella se había comprometido consigo misma a que la "próxima vez" sería capaz de afrontar cada reto, saltar cada barrera y derribar cada muro. Y realmente, se sentía frustrada ante la extraña incapacidad de no poder lograr del todo ninguna de las tres cosas. 
Frustrada quizás por la impotencia de saber que no era por ella por lo que "aquello" no funcionaba, sino por la necesidad de otros de buscar motivos para que nunca acabase la partida de ajedrez, se disponía a abandonar aquella historia que se había convertido en un puzle en el que las piezas no encajaban.
Hasta el momento no se había atrevido a hacerlo, pero ese día, en ese instante, se sentía capaz de poder decidir sobre el futuro incierto que se disponía a tocarle a la puerta.

Harta de las puertas entreabiertas, de las historias abiertas, de la cobardía enmascarada, y de otras tantas millones de excusas, se prometió a sí misma que a partir de ese instante sólo sería apta para valientes.
No volvería a entregarse a una historia en la que el otro protagonista no le dijese claramente: “mi apuesta eres tú”.
Pensó las cientos de veces que por momentos le hubiera gustado ser de otra manera, a la vez que con paso decidido, acababa por entender, que de nuevo, la vida le estaba dando una nueva oportunidad para conocerse a sí misma. Una nueva oportunidad en la que podría aprender otra novedosa lección, que como la de todo cuento, acaba marcando y enseñándonos algo nuevo.

Y entre tanta promesa incumplida, quería prometerse a ella misma algo realmente importante: la necesidad de no volver a fallarse jamás, porque si algo duele aparte de que te fallen los demás, es haberse fallado a una misma en repetidas ocasiones.

Moraleja: No entregues todo a alguien que no te demuestre claramente que su apuesta eres tú.



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