A veces, sólo a veces, los
periodistas (algunos) son muy dados a deconstruir,
-por no decir destruir- lo que con
cariño y tesón otros han construido durante meses. Y en estos días, en los que
los locos del Carnaval somos felices porque llega nuestra fiesta, son muchas y
muchos los que deciden subirse a este carro lleno de locura para acompañarnos
tan sólo por unos días. Y es que cuando los que no son unos locos de febrero
como nosotros, deciden juzgar como si de jueces con carrera se tratase, a mí, llega
a molestarme soberanamente como carnavalera.
No es que a mí, personalmente, me
molesten las críticas constructivas, al contrario, se agradecen, pero sí me
molesta que personas que no viven esta fiesta se crean con derecho y capacidad
para destruir lo que otros llevan meses creando y moldeando.
El trabajo de periodista, en
ocasiones, puede derivar en cierto libertinaje que escasos favores hace al
libre ejercicio de informar a través de cualquier medio. Y es que esa fina
línea que separa la opinión de la información, se deconstruye a medida que quienes
detentan un micro, una plataforma o trabajan para un medio de comunicación, se
aventuran a poner en tela de juicio lo que ni siquiera se han parado a conocer
durante esos escasos 22 minutos de actuación.
No hace falta
nacer en la Caleta o criarse en ella para “entender
de Carnavales”, tan sólo basta con haber mamado esta fiesta, con sentirla nuestra, con llevarla dentro,
basta con escuchar, observar, e interactuar con quienes un día, más tarde o más temprano, subirán a unas tablas o saldrán
a las calles a vestir de colores su ciudad. Esta es la fiesta de la Libertad,
libertad para todos, y no sólo para unos cuantos, pero sobre todo, si los
carnavaleros respetamos y demostramos que sabemos lo que esa palabra significa,
lo mínimo sería, que quienes desde medios oficiales
trasladan sus puntos de vista, conozcan y pongan en marcha esa bonita palabra
que tanto les gusta utilizar, y que en ocasiones muy pocas veces ponen de
ejemplo en la práctica.
Estoy enfadada, sí, mucho, porque
siento que quienes quieren dar lecciones de Carnaval no entienden ni han
entendido el significado de esta fiesta. Quien quizás no haya sentido a Badajoz
cerca, no haya salido por sus calles con cualquier disfraz o una máscara, quién
no fuese en su carricoche disfrazado sin tener uso de razón de lo que el
Carnaval significaba… quien cuando llegaba febrero era el más carnavalero, y
cuando al enterrar a la sardina enterraba su espíritu de libertad… Que esos que
no saben lo que para nosotros todo esto significa, traten de darnos lecciones
de “buena letra, buena música, buenas voces” o se crean con la capacidad de
llamar meros debutantes a quienes mejor conocen el significado de la palabra
pasodoble, es algo que como decía, me revienta soberanamente. Y no, no soy
periodista, pero me hubiera encantado serlo, no obstante, no serlo, no me exime
de mi derecho a colaborar altruistamente con esta fiesta a la que adoro, mi
fiesta, la de la libertad, esa sin la que no puedo vivir y esa a la que extraño
cuando pasa febrero. Pero para nosotros, el mejor modo de no echarla de menos
es seguir reuniéndonos durante todo el año, fuera de un teatro que en ocasiones
es frío, fuera de unas tablas donde nadie pueda juzgarte por lo que cantas, por
el tono con que lo cantas, por la afinación con la que lo haces… Esto, SÍ es
Carnaval señores periodistas. Y entiendo que les sea complicado entenderlo, ya
que sólo le prestan atención unos cuantos de días al año, pero al menos, no
acaben con la ilusión de quienes sienten que el Carnaval es como enamorarse, y
no les hagan sentir que este amor puede haber sido un error.
1 comentario:
Muy buen artículo, María.
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