martes, 18 de febrero de 2014

A veces, sólo a veces.




A veces, sólo a veces, los periodistas (algunos) son muy dados a deconstruir, -por no decir destruir-  lo que con cariño y tesón otros han construido durante meses. Y en estos días, en los que los locos del Carnaval somos felices porque llega nuestra fiesta, son muchas y muchos los que deciden subirse a este carro lleno de locura para acompañarnos tan sólo por unos días. Y es que cuando los que no son unos locos de febrero como nosotros, deciden juzgar como si de jueces con carrera se tratase, a mí, llega a molestarme soberanamente como carnavalera.

No es que a mí, personalmente, me molesten las críticas constructivas, al contrario, se agradecen, pero sí me molesta que personas que no viven esta fiesta se crean con derecho y capacidad para destruir lo que otros llevan meses creando y moldeando.
El trabajo de periodista, en ocasiones, puede derivar en cierto libertinaje que escasos favores hace al libre ejercicio de informar a través de cualquier medio. Y es que esa fina línea que separa la opinión de la información, se deconstruye a medida que quienes detentan un micro, una plataforma o trabajan para un medio de comunicación, se aventuran a poner en tela de juicio lo que ni siquiera se han parado a conocer durante esos escasos 22 minutos de actuación.

No hace falta nacer en la Caleta o criarse en ella para “entender de Carnavales”, tan sólo basta con haber mamado esta fiesta, con sentirla nuestra, con llevarla dentro, basta con escuchar, observar, e interactuar con quienes un día, más tarde o  más temprano, subirán a unas tablas o saldrán a las calles a vestir de colores su ciudad. Esta es la fiesta de la Libertad, libertad para todos, y no sólo para unos cuantos, pero sobre todo, si los carnavaleros respetamos y demostramos que sabemos lo que esa palabra significa, lo mínimo sería, que quienes desde medios oficiales trasladan sus puntos de vista, conozcan y pongan en marcha esa bonita palabra que tanto les gusta utilizar, y que en ocasiones muy pocas veces ponen de ejemplo en la práctica.


Estoy enfadada, sí, mucho, porque siento que quienes quieren dar lecciones de Carnaval no entienden ni han entendido el significado de esta fiesta. Quien quizás no haya sentido a Badajoz cerca, no haya salido por sus calles con cualquier disfraz o una máscara, quién no fuese en su carricoche disfrazado sin tener uso de razón de lo que el Carnaval significaba… quien cuando llegaba febrero era el más carnavalero, y cuando al enterrar a la sardina enterraba su espíritu de libertad… Que esos que no saben lo que para nosotros todo esto significa, traten de darnos lecciones de “buena letra, buena música, buenas voces” o se crean con la capacidad de llamar meros debutantes a quienes mejor conocen el significado de la palabra pasodoble, es algo que como decía, me revienta soberanamente. Y no, no soy periodista, pero me hubiera encantado serlo, no obstante, no serlo, no me exime de mi derecho a colaborar altruistamente con esta fiesta a la que adoro, mi fiesta, la de la libertad, esa sin la que no puedo vivir y esa a la que extraño cuando pasa febrero. Pero para nosotros, el mejor modo de no echarla de menos es seguir reuniéndonos durante todo el año, fuera de un teatro que en ocasiones es frío, fuera de unas tablas donde nadie pueda juzgarte por lo que cantas, por el tono con que lo cantas, por la afinación con la que lo haces… Esto, SÍ es Carnaval señores periodistas. Y entiendo que les sea complicado entenderlo, ya que sólo le prestan atención unos cuantos de días al año, pero al menos, no acaben con la ilusión de quienes sienten que el Carnaval es como enamorarse, y no les hagan sentir que este amor puede haber sido un error.