lunes, 10 de febrero de 2014

Me invaden los recuerdos.

En unos meses hace 17 años que mi abuelo nos dejó. Diecisiete largos e intensos años en los que he derramado mil y una lágrimas por no tenerle conmigo. Tengo su recuerdo grabado en mi retina, lo recuerdo como si fuera ahora mismo; siempre con esa sonrisa en la cara, esas ganas de vivir, de hacer que los demás se sintieran libres e iguales, ese don de gentes que le acompañaba. Tantas veces le prometí que seguiría su camino que ahora me da un poco de vergüenza tener que explicarle desde estas líneas que no ha podido ser. No ha podido ser porque como os dije ya no me hacía feliz. Mi abuelo fue un gran hombre, quiénes tuvieron la suerte de tratarle saben que es completamente cierto lo que digo. Él tenía sus ideas pero respetaba el hecho de que los demás tuvieran las suyas. Cuando aquella mañana volví a casa y no le encontré, sentí que eso que creía haber escuchado, había sucedido. Le busqué por todos los rincones de su casa, le llamaba, trataba de no elevar la voz para que "los mayores" no viesen que estaba preocupada. Acababa de cumplir 7 años, y con esa edad tuve que aprender a vivir sin mi abuelo. Tuve que entender que no iba a volver aunque soñase con él cada noche, aunque sintiese como me daba las buenas noches, me arropaba, me abrazaba... Hace no mucho tuve un sueño de esos. Sentí una gran felicidad al verle de nuevo, me decía que estaba orgulloso de mí, hablábamos de la vida, de que cada día era diferente y me pedía que no dejase de ser yo misma. Y todo este tiempo he pensado como dejar esa parte de mi vida sin tener que fallarle. Esta mañana un amigo que cada día es un poquito más importante para mí, me decía que el error estaría en vivir pensando en el pasado sin tener en cuenta que vivimos el presente y que viviremos el futuro; que al dejar esto, vendrán otras cosas. Y tiene razón, por eso sé que mi abuelo, va a estar ahí, queriéndome lo mismo o más, a pesar de estar lejos, sé que cada día me ve por una de esas rendijas que se ocultan tras las estrellas. Él no pudo vencer ese cáncer horrible, por eso espero que mi tío sí sea capaz de hacerlo. 

Es tremendamente duro escribir cuando no sabes que pensar, cuando te invaden los recuerdos, cuando sientes que no puedes hacer nada para que las personas que quieres sigan estando contigo... Esta es la única manera que tengo de desahogarme, de lanzar al exterior toda esta angustia que me quema por dentro y que da vueltas en mi cabeza. 

El otro día, hablando con mi tío le decía: Me voy a Badajoz, sé que he llegado hoy a las 6 de la mañana, pero ¿sabes qué te digo? tengo que disfrutar de la vida... es muy corta, y me lo merezco. 
Tan sólo me miró y me dijo: Estás muy loca. 
En su mirada noté esas ganas de seguir viviendo, esa fuerza que le caracteriza, ese tesón, ese sentimiento de lucha... Síguelo haciendo por favor, no pierdas de vista todo eso, estamos contigo... nunca te hemos dejado sólo y menos lo vamos a hacer ahora. Eres ejemplo de fortaleza, y no sabes, ni te imaginas, lo mucho que en todo este tiempo estoy aprendiendo de tí. Por eso espero que muy pronto puedas decirme... 


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