viernes, 12 de agosto de 2011

Indignación.

Probablemente a muchos no os guste lo que voy a escribir, no obstante, espero que no os sintáis ofendidos pues es una opinión más y diría que va al compás de la que pueden tener millones de españoles en estos momentos.

En los próximos días el Papa visitará nuestro país para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud junto con jóvenes de todo el planeta.

Hoy, tal y como han catalogado las Naciones Unidas se celebra el día mundial de la Juventud. No obstante, lanzo una pregunta al aire ¿Por qué las jornadas que se celebrarán en los próximos días en Madrid llevan la etiqueta católica? ¿No tienen derecho el resto de jóvenes a formar parte de todo este entramado?

Vosotros me diréis que cada cual es libre de ir, pero no deja de ser algo relacionado con la iglesia y las creencias de cada uno. En los últimos años se está generando un sentimiento anticlerical, muy probablemente buscado por la Santa Sede y sus compañías. Es triste ver que en los tiempos que corren y en el marco de una crisis grave como la que todo el mundo pasa, los lujos sigan siendo la primera premisa del Vaticano, sacerdotes, cardenales, "monseñores" y demás chupatintas.

Se creen con derecho a criticar las políticas progresistas de un país, los avances en materia de igualdad de género, de sexualidad, incluso, defienden el hecho de que determinados colectivos relacionados con la iglesia hayan llegado a cometer delitos tipificados en el código penal como abusos sexuales o violaciones a menores por "provocaciones" por parte de estos.

Cuando era pequeña iba todos los días a misa, antes y después de haber hecho la comunión, fue algo que mis abuelos me inculcaron desde pequeña. Pero a medida que me fui haciendo mayor fui descubriendo esa parte que me da repudia y asco y que está relacionada de lleno con la Iglesia Católica. El hecho de que traten de imponerte valores tradicionales y de hacerte ver que todo lo que no tenga que ver con ellos es malo, me recuerda a la distinción del mundo entre el mal y el bien. Fui creciendo y comprendí que cada cual debía ser libre y tener sus propios valores tan respetados como los del resto, siempre y cuando estos no perjudicasen a nadie.

El "amarás al prójimo como a ti mismo" es quizás uno de los diez mandamientos que menos se cumple, probablemente el que menos cumplan ellos desde arriba. No puedes pedir respeto para la fe de las personas cuando tratas de imponer una doctrina sobre otra y cuando tachas de maligno todo lo que no tenga que ver con eso.

Un mes antes de confirmarme le dije a mi madre: Mamá, lo he pensado mejor y yo no siento que esta sea una de mis prioridades. No quiero confirmarme, no quiero seguir formando parte de esta farsa y mucho menos alimentar la fe en una institución en la que no creo.

Seguidamente, mi madre me dijo que yo era libre de elegir. El día en que se confirmaron mis amigas las acompañé porque me lo pidieron. No es que me fuera la vida en ello, en realidad no me sentía cómoda estando allí. Al terminar la ceremonia el sacerdote me vino a preguntar por qué no me había confirmado y mi respuesta fue "no he sentido la llamada de nadie ni creo que haciendo algo en lo que no creo realmente vaya a encontrar un camino mejor, he decidido que camino quiero seguir y no quiero que sea este". La verdad es que se quedó un poco atónito a lo que le decía, pero no me dijo absolutamente nada más.

Trato de ayudar a las personas cuando lo necesitan, colaboro con una ONG y hago lo que está en mi mano cuando veo que alguien lo pasa mal y puedo serle útil. No tengo coches de lujo ni un palacio real, simplemente trato de formarme lo mejor que puedo y aprovecho las oportunidades que la vida me brinda. No quiero ser una persona más, quiero ser yo, única y diferente al resto, amiga de mis amigos y una chica normal y  corriente capaz de luchar por lo que quiere sin limitaciones pero sin entorpecer el camino de los demás.

No hace falta pertenecer a la iglesia para ser catalogada de buena persona, cosa que en ocasiones, el Papa -supuesto representante de todos los creyentes- olvida.

El mensaje que he tratado de enviaros es claro, me indigno con las llamadas a la fé que este individuo realiza, me duele que entre a valorar cosas que no le competen y políticas que no le influyen. Deberían replantearse por qué los matrimonios por la iglesia disminuyen, por qué la gente deja de creer y por qué los jóvenes se oponen a su visita.

Lo de utilizar los fondos públicos para pagar la visita de este señor, lo de destinar partidas presupuestarias a la misma y dejar de ingresar dinero en las arcas del Estado, o contraponer la visita a dos derechos como la educación y la sanidad, es un tema que trataré otro día y en otro momento. Por hoy, está bien.

Que paséis buen fin de semana.

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