sábado, 5 de abril de 2014

Noches de vino y rosas.


Como aquella llamada que esperabas pero nunca llegó,
como aquel beso que sentiste por primera vez y quisiste volver a sentir, pro nunca llegó...
como las nubes cuando pasan, pero nunca vuelven a ser las mismas,
como los sueños, que parecen reales, pero acaban por desvanecerse,
como las hojas que caen dejando atrás el verano y dando paso al otoño...
como las oportunidades que van y vienen, pero nunca vuelven a ser las mismas,
como los trenes, los aviones y los barcos,
como las olas del mar,
como nosotros, como tú, como yo...
como aquel recuerdo que no quiere decirte adiós,
como el último beso, el último abrazo, la última mirada,
como aquella tarde, aquella mañana y aquella noche...
como la vida misma, que única y pasa sin más...


Aquél día prometí seguir mi camino sin mirar atrás. No siempre he podido cumplir esa promesa, hay veces que mirar atrás me ha permitido recordar por qué llegué hasta aquí.

Estas infinitas noches de vino y rosas son algo más que eso. La reflexión embauca las mentes, y tan sólo basta  con hacer un simple "clic" para que todo vuelva al punto de partida. Un punto de partida difuso, un camino con niebla, y una meta que parece no llegar.



Como si de una carrera en el desierto se tratase, así es la vida, algo difuminada en ocasiones, como una foto con filtro de instagram, o como el mensajes que esperabas pero nunca llegó, o la llamada que ansiabas pero nunca llegó... o el beso con soñabas, pero nunca llegó. Es tal vez esa persona con la que sueñas, de la cual conoces su nombre, su cara, su vida al completo, su esencia... es esa persona la que decide entregarte muchas de estas cosas que "nunca llegan". Y cuando lleguen, quizás sea porque esa misma persona que bloqueaba nuestra mente, ha decidido seguir su carrera en el desierto sin esperar por nosotros; y será tal vez en ese momento, cuando el punto de partida deje de ser difuso, el camino deje de tener niebla y cuando por fin acabe por llegar la meta.



1 comentario:

Javier dijo...

Como las huellas que dejamos el la arena de la playa, breves pero intensos y profundos recuerdos que el mar se encargará de borrar, para permitirnos mirar hacia delante sin olvidar lo que dejamos atrás.