martes, 3 de diciembre de 2013

¡Qué no te entiendo!

Cuando sientes que poco te llena, personal y emocionalmente, que no hay nada que te enganche y que te haga dar lo mejor de ti, que no aparezca ese alguien que te haga replantearte un camino, un proyecto o un plan, piensas si tal vez ese alguien no exista. Es probable que sientas un vacío relativo que lleve implícito un vacío de sensaciones más allá de lo que se ve. Algo que no sabes definir, algo que te persigue aun cuando tratas de olvidarlo, pero aun así, la persecución continúa. En ese momento nos cuesta decidir porque no somos capaces de pensar y sentir al mismo tiempo. Tenemos recuerdos escondidos, deseos que tantas veces hemos pedido cuando casi llegaba el 1 de enero y comíamos las uvas de una en una, al ritmo de las campanadas, con el pie derecho hacia adelante, sin olvidar que cada uva era un deseo y con una prenda roja que no hacía falta enseñar... Quizás deseos tan parecidos, o no, a los que pedimos mientras cada año soplamos las velas sumando una más cuando pasan 365 días...

Y esa leve melodía que llevamos aquí dentro, y que dices: "¡Quítamela de la cabeza!". Esa, es la misma cantinela, la misma música, la que nos recuerda, la nos evade a otro mundo, la que nos depara a un deseo, la que nos hace imaginar lo que querríamos tener pero no tenemos. ¿Es quizás tan sólo un deseo o el leve espejismo de lo que construimos a diario mientras decidimos inconscientemente qué hacer con nuestra vida?



Sin duda, hay melodías que traspasan fronteras, que conforman un código simbólico que va más allá de lo establecido por una norma o la ley de un país determinado, algo que es transmitible aun sin conocer el idioma de quien tenemos enfrente... ¿Tienen los ríos un idioma concreto? No. Y en realidad traspasan cada día fronteras, recorren el mundo, conocen cada rincón del planeta... y comunican a todos los individuos lo mismo a través de un lenguaje universal. 

Para decir "Te quiero" no es imprescindible conocer todos los idiomas del mundo, basta con mirar a alguien a los ojos, y hacerle saber que eso que le diríais sin mirarle, y que no entendería, es el significado de una mirada que traspasa los límites que incluso un país impone a través de su código compartido: su lengua. Para decir "te quiero", basta con levantar la mirada, con poner una sonrisa o con dibujar cada día un camino compartido, entre vaivenes y horizontes. Basta, con demostrar que una imagen vale más que mil palabras y que las sonrisas no caen como agua de mayo... 

Cuando sientes que quieres a alguien, el mapa del mundo se desdibuja porque todo lo demás no importa, se funden "el aquí y el ahora, contigo pero no sin ti" y así... comienza la historia -que cada 31 de diciembre a las 12 menos un minuto, al son de las campanadas y entre uvas y champagne, acompañados de quiénes más nos quieren- deseamos alcanzar sin necesidad de hablar el mismo idioma. Cuando sientes que eso llega, el paso del tiempo ha dado paso a la oportunidad que sin saberlo, llamaba a la puerta, pero hasta el momento, no habíamos entendido su idioma, y por eso, ya no valen los "No te entiendo".

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