jueves, 28 de noviembre de 2013

Cuando él llama a tu puerta...

Cuando él llama a tu puerta y tú dices: "entra", no siempre sabes si acertarás o si realmente estás cometiendo el error más grave de tu vida. Aunque quizás se trate del error que más te hará aprender.

Llega un momento en la vida de las personas en el que nos planteamos si realmente aquello por lo que tanto nos habíamos esforzado acabaría mereciendo o no la pena. Y en realidad es que a veces, aunque nuestro entorno nos diga que algo no nos conviene, nos cegamos por nuestro impulso en la necesidad de seguir hacia adelante con un camino que quizás nunca debimos coger. Pero oye, que nosotras no elegimos de quien encapricharnos, y tampoco elegimos que chicos con novia nos digan lo felices que serían con nosotras, ni mucho menos que chicos encantadores -pero que no nos enganchan- sean tan perfectos y tan buenos que lleguemos a pensar: "Es demasiado bueno para mí".



Y es que a veces las chicas, también tenemos estas cosas extrañas de no saber lo que queremos, de nadar entre dos aguas y de tratar pilotar un avión en el que acabamos de montarnos. Nuestra vida es como una montaña rusa, llena de aventuras, de subidas y bajadas, de incertidumbre y miedos, de desenfreno y pasión, de lamentos y de "no tenía que haberme subido aquel día cuando me lo advirtieron". Y es que, sólo al bajar y pasado un tiempo, es cuando meditamos las cosas y pensamos si de verdad merece la pena volver a subir. 

Lo que Steve Jobs denominaba algo así como "unir los puntos del pasado" es lo que se ha convertido en la materia fundamental de mi estudio, que como no podía ser de otro modo, se basa en la experiencia y en la exploración de mi entorno. 



Pero... y cuando nos quedamos ahí paradas, en medio de la nada, pensando qué hacer, qué decir, cómo afrontar lo que un día nos prometieron que sería felicidad eterna... Y es que nada es eterno, ni el amor es para siempre, ni los besos son para siempre, ni los "te quiero" son para siempre... Nada es para siempre. Pero ese "nada es para siempre" puede ser llevadero si nos planteamos una cuestión que no hay que pasar por alto: Que la vida son dos días, que pensar en los demás está bien, pero que olvidarse de uno mismo no es el camino. Las barreras se destruyen con las palabras y no con las armas, las mentiras se desmontan con la verdad y no con el insulto, y el capricho se desvanece cuando con seguridad afrontamos una realidad y decidimos emprender el camino de la constancia, del esfuerzo, del disfrute y sobre todo, el camino en el que no se desechan oportunidades y se revelan las prioridades.

1 comentario:

Ruth dijo...

Como siempre, tus post, me llegan al alma. Nada es para siempre, excepto nuestra amistad que si que lo es! Besos.