jueves, 24 de enero de 2013

Pensaba como hacerlo.

Debo pediros disculpas por llevar más de un mes sin escribir, sin trasladaros sentimientos, opiniones, sensaciones... Y de sensaciones es de lo que precisamente quería hablaros esta noche. 

Estoy en un período clave en relación a mi futuro. Acabando mi carrera, tan sólo ocho son las asignaturas que me quedan por superar en el expediente, esas que me convertirán en licenciada de Ciencias Políticas. Y he de deciros algo, aunque muchos y muchas lo penséis porque los medios os taladren las neuronas a diario, no formaré parte de lo que llaman "la generación perdida". Esta juventud que viene pisando fuerte, más fuerte que nunca, no está perdida ni lo va a estar. Aunque a muchos y muchas les gustaría que lo estuviésemos, os aseguro que nos sobran las fuerzas para trabajar tan duro como un día tuvieron que hacerlo nuestros padres y madres, nuestros abuelos y nuestras abuelas. Ellos pensaban que hacían lo que mejor sabían, y nosotros queremos hacer lo que mejor sabemos, queremos dedicarnos a aquéllo a través de lo que más beneficios podemos brindar a la sociedad. Os soy sincera, más de lo que nunca lo he sido, algún día me gustaría poder trabajar por mi pueblo, en primera línea, y os aseguro algo, no me moverían tan sólo unas ideas, me movería mi gente, mis vecinos, mis paisanos. Me movería todo aquéllo que a un buen gobernante le debería mover para trabajar por su tierra. Estoy segura de que a muchos estas palabras no les pillarán por sorpresa y otros pensarán que nunca iba a ser lo suficientemente valiente como para decirlo, pero he aprendido algo, y es que quien no da un paso al frente además de ser un cobarde, no demuestra que realmente quiere lo que otros piensan que quiere. Y yo ni soy cobarde, ni tengo que esconderme detrás de nadie para deciros lo que quiero. Llevo cinco años estudiando mi carrera, me gustaría plasmar mis conocimientos en la práctica diaria, en la vida cotidiana; me gustaría poder ayudar a muchas personas, sean de mi partido o no lo sean, tengan mis ideas o no las tengan, y ¿sabéis por qué? Porque lo que va a moverme para actuar así va a ser pensar en que independientemente de unas ideas compartimos algo mucho más importante, y es la vida y el respeto hacia las personas.

Hoy he tenido una sensación extraña pero muy entrañable, y era eso de lo que quería hablaros. Entre apuntes de antropología he recibido una alegría, y no me da miedo llamarla así. Pero ha sido una especie de alegría de esas que aparecen sin esperarlas, de las que llegan sin llamar. En los pueblos solemos dejar las puertas de casa abiertas, sin cerrar a la llave, porque somos confiados, creo que a mi me ocurre lo mismo y es eso lo que me marca. Yo también tenía la puerta abierta porque si algo he aprendido es a no juzgar a todas las personas por igual, he aprendido algo imprescindible y es que las oportunidades que la vida nos brinda deben aprovecharse. 

Entre comparsas y chirigotas, entre coplas, pasodobles, tanguillos y cuplés, entre popurrits y despedidas, y sobre todo entre tweets, pensaba algo, y es que no existen fronteras para el Carnaval, pero sobre todo, no existen fronteras para el conocimiento.

Buenas noches, desde mi rincón preferido, y seguiré pensando que una sensación vale más que mil palabras, porque no hicieron falta palabras.

María. 


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