domingo, 4 de marzo de 2012

Una vez más, perdiendo oportunidades.



"...Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren..."

Probablemente muchos conozcáis los versos de esta canción de Sabina; otros posiblemente sea la primera vez que la escuchéis, y muy posiblemente, otros simplemente no tengáis intención de escucharla. Si me permitís el hecho de que pueda daros un pequeño consejo, os diría que la escucháseis y tratáseis de entender lo que oculta en el fondo de su letra. 

Los socialistas tenemos ganas de seguir trabajando dentro de nuestro partido pero tenemos una amarga sensación, y no es precisamente la de haber perdido las elecciones, si no la de ver que a pesar de haberlas perdido no ocurre nada nuevo. Es triste pensar que este partido vaya a quedarse aquí. Llamarme tremendista, loca o incluso ignorante, pero lo pienso. "Todo pasa y todo queda" como dice Serrat, pero tengo un claro presentimiento y es el de saber que si no hacemos nada por la gente, la gente no hará nada por nosotros.

Soy una de esas personas que vive la vida casi al límite, que ha aprendido a aprovechar cada momento que me brindan, y sí, podría decirse que soy perseverante en todo aquello que hago, incluso cuando no debería serlo. 

En cuestión de años pasé de no haber perdido ninguna elección a perderlas todas. Reconozco que mis lágrimas fueron sinceras aquel 22 de mayo de 2011 cuando vi "caer mi pueblo" y mi comunidad. De igual modo reconozco que el 20 de noviembre esperaba el resultado y no derramé ni una sola lágrima. Estaba plenamente convencida de que la gente no estaba con nosotros porque nosotros no habíamos estado con ellos. Ni siquiera nos habíamos parado a preguntarles "qué es lo que más les importaba y qué es lo que más necesitaban". Necesitaban atención, y no se la dimos; necesitaban soluciones y nosotros ni siquiera habíamos pensado en el problema; y lo más importante, necesitaban sentirse respaldados por el partido en el que habían confiado, y no lo estuvieron. ¿Qué ocurría? Se palpaba decepción, desengaño, desencanto y tristeza en el ambiente. 

Me encontré con un PSOE fortalecido y acabé viendo un PSOE completamente deteriorado dónde "algo cambia para que todo siga igual". ¿Qué ha pasado con el discurso real que deberíamos estar dando? ¿Qué ha pasado para que no estemos liderando los movimientos sociales, las manifestaciones? ¿Qué ha pasado para que no pensemos en asociacionismo? ¿Qué nos está pasando?
Sería una buena pregunta, pero lo cierto, es que ni siquiera yo me atrevo a responderla.

El pasado 29 de febrero estuve en la concentración en Sol en contra de la reforma Laboral. Estuve con compañeros de Juventudes y con compañeros de Facultad, pero no vi a Rubalcaba, tampoco a Elena Valenciano. Tampoco estaban en la manifestación del 19 de febrero... ¿Dónde están? 

En las encuestas más recientes emitidas por el diario El País, leo algo que me preocupa: "El 68% de los ciudadanos dice no tener confianza en Rajoy (dos puntos más que hace un mes); pero el desgaste de Rubalcaba es aún mayor: el 75% no confía en él (ocho puntos más que en el anterior sondeo) y el 52% desaprueba su gestión como líder de la oposición."

Al leer esto, entiendo que verdaderamente algo debemos estar haciendo muy mal para que sigamos siendo los más perjudicados a pesar de no formar parte del gobierno. El problema no es de la crisis, el problema lo tenemos nosotros y este, ha sido verdaderamente el gran problema -valga la redundancia-. Llegamos a pensar que la crisis era el problema dejando de lado el gran matiz de esta amarga historia: El problema lo tenemos nosotros porque no hemos sabido hacer las cosas bien, no hemos sabido explicarlas, y lo peor de todo, es que ni estando en la oposición estamos sabiendo hacerlas. 

¿Qué estamos esperando, que las soluciones bajen del cielo? ¿Qué sean otros quienes dictaminen cual debe ser nuestro discurso? Estoy decepcionada, y no hay nada peor que estar decepcionada con aquéllas personas en quien un día confiaste tu voto pensando que eran lo mejor. Quiero fuerza, tesón, quiero ilusión... quiero ver un verdadero Partido de izquierdas que vuelva a ser lo que era. 

Debemos replantearnos grandes debates dentro y fuera, y como premisa principal considero, que alejarnos de la gente nos llevará a alejarnos cada día más de este país, de España. 

María.


4 comentarios:

David Ruiz García dijo...

como ya te he puesto por el chat, es el socialismo, y no el capitalismo, el sistema que esta agotado y que se muestra ineficiente. el socialismo real, y el socialismo de calle, pueden ser eficaces hasta cierto punto a pequeña escala, en un pueblo por ejemplo, en el que el alcalde cobre unos impuestos en base a las teorias keynesianas que tanto os gustan y que tan repetida y estrepitosamente han fracasado, y en base a esos impuestos, si al panadero le va mal y al ganadero bien, se equipara hasta cierto punto la riqueza. pero a gran escala, lo unico que funciona es el libre mercado. la intervencion estatal, pues si, puede estar bien si apelas al sentimiento de solidaridad ciudadana (que es el preferible) o de caridad cristiana, asi cobras unos impuestos moderados paras ayudar al que se queda en el paro, para ayudar al que se jubila, para construir un parque, gasto social en definitiva, pero gasto social financiado con los impuestos recaudados. la gente, absorbida por el modelo keynesiano pero extrapolandolo a pequeña escala ha dicho: "joder endeudarse es bueno, vamos a vivir por encima de nuestras posibilidades" y asi han decidido gastar ya no 105 cuando solo tenian 100, sino gastar 200 cuando tenian 100. y ese es el fracaso del socialismo, o mejor dicho, ya que os gusta cada vez mas llamaros asi y haceis muy bien, el gran fracaso de la socialdemocracia. que a pequeña escala puede funcionar hasta cierto punto, e incluso creo que un sistema liberal en un pueblo pequeño funcionaria mucho mejor que un sistema socialista, por el simple hecho de que la gente no necesitaria de un agente intervencionista, simplemente apelando a esa solidaridad ciudadana se ayudaria al que va mal, porque, por los ciclos del mercado, en algun momento le ira bien, y a su vecino le ira mal. sin embargo, a gran escala, fracasa estrepitosamente, y no me vale que se pongan como ejemplos a los paises nordicos, ya que su nivel de concienciacion social nos lleva años luz de ventaja, y eso es lo que les hace viable un sistema semi-socialista. pero no hablamos de noruega, finlandia o dinamarca, hablamos del fracaso del socialismo en españa, y podriamos extenderlo al fracaso del socialismo en grecia, portugal e irlanda. aqui solo puede funcionar un sistema liberal porque recuerda la frase de mario,,, tenemos corazon de izquierdas y estomago de derechas. y asi nos ira mientras sigamos engañandonos.

María Núñez dijo...

Igual lo que tenemos que replantearnos son las estructuras económicas para que el keynesianismo no fracase sino que camine de la mano del obrero que no llega a fin de mes, del panadero que madruga para llevar a casa "el pan", del mecánico que cambia ruedas, o del electricista que hace que vuelva la luz. Hablar de política de calle es hablar de política real y efectiva. No considero que suponga sólo hablar de pueblos, sino también de ciudades porque ambos conforman un país al completo. Es importante estar en las agrupaciones locales y dinamizarlas porque si eso no ocurre, jamás podremos hablar de política. Si piensas que el liberalismo es la solución para España, creo que igual deberías haber nacido en la Restauración dónde liberales y conservadores se alternaban en el poder de la mano de un caciquismo secuaz.

RojiSergio dijo...

"Cambiar para que todo siga igual" la oligarquizacion del partido ha llevado al distanciamiento entre elites y bases, no somos capaces de hacer autocritica y esto nos aboca a que la gente valida termine huyendo de la politica sin llegar a poner a prueba toda su valia. Resurgiremos de la cenizas, cual Ave Fenix, pues el trabajo bien hecho dara sus frutos, la ciudadania sabra valorarlo y siempre con autocritica, que es buena, como buena es esta entrada de blog.

David Ruiz García dijo...

Para empezar y como sigo con el síndrome post-sice, por alusiones: no hablo de ese liberalismo María y lo sabes, no confundas churras con merinas ni te pongas en situaciones de épocas pasadas que ni tienen nada que ver ni van a repetirse. Lo que te he expuesto se llama economía social de mercado y lo defiende mi querido partido demócrata de los estados unidos. Libre mercado casi al completo por excepción de unos impuestos moderados que sirven para eso que te he dicho: educación, sanidad, pensiones y prestaciones por desempleo principalmente, amén de bomberos, policía, ejército (al cual habría que suprimir pero ya), construcciones de obras públicas necesarias, etc. Eso es en realidad el nuevo liberalismo adaptado a los nuevos tiempos, intervención estatal sí, pero mínima y sin endeudamiento excesivo (que tampoco soy tan radical como para decir que no hay que endeudarse ni por asomo, si se necesita pues que se recurra a un préstamo pero si las condiciones del préstamo son buenas, no me vale estar ahogado económicamente hablando pedir un préstamo al 12% y abrir aún más la escotilla del camarote para que entre más agua y ahogarme más rápido). Así que creo que mi postura queda clara y que su intento de acusación, señora diputada, ha quedado en agua de borrajas :) Y ahora hablando del socialismo real, el de calle, el supuestamente efectivo que no el afectivo, que es el único socialismo con el que estoy de acuerdo. Ya te he dicho que a pequeña escala puede ser útil el socialismo, si este se basa en la solidaridad y no en la intervención estatal, pero eso solo se consigue como te he dicho antes, por concienciación social. La intervención estatal crea además, descontento ciudadano, porque el Estado puede equiparar económicamente a dos personas haciendo más pobre a una de las dos, y puede empobrecer a las dos personas, pero nunca va a conseguir hacerlas más ricas, porque está demostrado que el Estado no puede dar esfuerzo a alguien para convertir en ambiciosa y en trabajadora a una persona que no lo es. Y ese es el fallo del socialismo, querer tratar a nivel económico-laboral a todas las personas, cuando no somos iguales. Una cosa son los derechos sociales innegables. Otra cosa es el trabajo, la ambición y el esfuerzo, y ahí todos somos diferentes.