miércoles, 23 de febrero de 2011

La libertad, algo valioso.

Uno de los principios en los que se basa nuestra Constitución es el de la libertad. La libertad es ese valor tan preciado que a día de hoy pensamos que tenemos pero que en ocasiones se desvanece como por arte de magia.

El ser humano comete errores, y muchas veces, el pensar que podemos llegar a ser perfectos sin reconocer nuestros propios errores puede ocasionar en otro un daño -a veces- irreversible.

Somos libres porque tenemos derecho a serlos, y nadie debe privarnos de la libertad que nos pertenece. Esta libertad, que como tal, acabará dónde empiece la de otra persona. Esto es algo bastante ambiguo pues puede que no sepamos dónde está el límite.

Libertad y libertinaje son términos muy diferentes y que nunca podrán llegar a ser iguales. El concepto de libertad va unido al de respeto, a la tolerancia y en parte a la igualdad. El hecho de poder considerarnos iguales y tener igualdad de oportunidades es lo que nos hace ser verdaderamente libres.

Pues bien, todo esto viene a decir algo, y es que, nadie tiene derecho a juzgar al resto si antes no se ha puesto a valorar si su actuación es verdaderamente lícita o correcta.

En ocasiones nos preocupamos más de lo que otros hacen sin antes pararnos a pensar si lo que nosotros hacemos está bien o no, juzgamos a otros sin antes recapacitar en si podemos estar ocasionando algún daño o no. Y lo que es peor, no toleramos escuchar aquéllo con lo que no estamos de acuerdo, no aceptamos que otros tengan prioridades distintas a las nuestras o que puedan emplear su tiempo en acciones diferentes a las nuestras.

Esta continua obsesión por mirar lo que hacen otros y criticarlos sin observar lo que nosotros mismos hacemos, lleva a una pérdida de la libertad individual.

Personalmente, no me gusta tener que dar explicaciones de aquéllo que hago. Siempre he sido una persona muy independiente en ese sentido y lo seguiré siendo por mucho que mis actos (los cuáles no perjudican a nadie) puedan molestar a otros por tener diferentes visiones de la vida o prioridades distintas.

Un "amigo" no es más amigo por tratar de controlar a la otra persona con el fin de que se haga y diga lo que mejor conviene, un amigo es aquél que te da margen para que actúes libremente en concordancia a aquéllo que verdaderamente deseas.

No tiene razón quien más grita ni quien más habla, sino quien actúa en consecuencia de sus actos sin impedir que otros puedan hacer gala de su derecho a la libertad de expresión y de opción.

Me he quedado muy agusto, sí.

No hay comentarios: